Por: Rebeca Oñate Galván.

 

En este espacio de intercambio entre colegas quisiera compartir un poco de lo que ha implicado para mi la vivencia de ir transitando por el proceso de la formación  psicoanalítica. Cuando estaba en el segundo semestre a través de leer, estudiar y trabajar en grupo pude ir acercándome a otra forma de ir comprendiendo la estructuración psicopatológica del sujeto.  En todo sujeto vemos y escuchamos en su decir, en su actuar, etc., las manifestaciones de su psiquismo, en el cual el deseo y la inhibición trabajan en conjunto dando indicios de su formación o constitución  psíquica: ya sea psicótica, perversa o neurótica.  Nuestro quehacer como psicoanalistas en formación consiste en tener presente que el analizado expresa para nosotros su deseo  en sus actos, en su narración y en sus palabras. Sin deseo no existe la posibilidad de que se constituya un aparato psíquico. El deseo busca ser tramitado a pesar de la inhibición o represión, por lo que recurre a  otra dimensión de inteligencia, a otra forma de pensar que está fundamentada en el proceso primario. De esta manera se expresa el deseo y se instaura la estructura que tiene de base ese sujeto deseante.

Los 4 mecanismos del proceso primario son (Freud, 1900):

  1. Condensación
  2. Desplazamiento
  3. Ambivalencia.
  4. Figurabilidad

Durante el estudio de estos mecanismos que utilizan las formaciones del inconsciente, lo que más me fue sorprendiendo fue como poco a poco las lecturas y su reflexión grupal nos fueron aproximando a la importancia de la escucha del deseo inconsciente, el cual intenta encontrar una vía de expresión (subrayo) para ser atendido por alguien; en este caso,  por nosotros analistas en formación. Así que nuestra labor consiste en aguzar los oídos y abrir los ojos para captar cuando aparecen en la sesión esas inflexiones donde se asoma lo inconsciente. Así se destaca nuestra función de escuchar el deseo inconsciente de los pacientes y no su psicopatología, esto nos lleva a un modo analítico de trabajo más que a un modo de furor curandis.  Este forma de trabajo cambia la perspectiva y la dinámica cuando se está con el paciente y también modifica en nuestro proceso gradual formativo la manera de ir captando y comprendiendo nuestro quehacer en las sesiones analíticas, en las cuales las formaciones del inconsciente se van transformando al darles un lugar dentro del análisis.  Así  ese lapsus, esa palabra que se reitera en la cadena asociativa del discurso que quiere decir algo del orden del deseo, necesita de alguien que la capte y que la señale   para que el paciente pueda pensar en ésta.   En un trabajo conjunto analista-analizado buscan cómo está colocado el deseo del analizado.

En otras palabras, darle relevancia a eso que parece irrelevante en las sesiones, pero que se repite y es registrado si uno logra atender, es darle lugar al deseo inconsciente para que pueda irse integrando al ser pensado produciendo una mayor cadena asociativa. Cuando se muestra que ha aparecido algo importante, el analizado puede intentar seguir en forma asociativa y  propositiva algo para que pueda darle algún sentido a eso que apareció en un sueño, en un lapsus, en un afecto inadecuado, en un disparate.  También puede ocurrir que después de señalar la aparición de una formación del inconsciente, el sujeto haga omisión a este señalamiento y actúe sin darle importancia aparente, de cualquier forma,  todo aquello que aparezca después alrededor de aquel acto psíquico señalado está en relación al sentido del deseo inconsciente y precisamente escuchar esas conexiones le da dinamismo al tratamiento para que el paciente tome en cuenta sus propias asociaciones que le develan la creación de una mayor diversidad de investiduras que le brindan la posibilidad de pensar su deseo para hablarlo, soñarlo,   y se amplíe la red de conexiones que le den más vías de descarga y desde ahí la propia estructura del sujeto se vuelve dinámica, aunque la base estructurante no cambie.

Los mecanismos del proceso primario y sus manifestaciones son retornos de lo reprimido y por lo tanto, contienen en forma  oculta el deseo (Freud, 1901).  En la sesión se promueve que esos deseos enquistados comiencen a removerse, a circular, ya que cuando alguien lo percibe le da al sujeto la posibilidad de saber que alguien puede entender su sufrimiento y que eso que aparece “como fuera de lugar” tiene algún sentido, entonces   se va descubriendo que ha  devenido síntoma  por la excesiva inhibición del deseo que impide actuar sobre el mundo externo.

La aparición de algo nimio en la sesión, algo que aparentemente el propio paciente desestima, pero que por su intensidad, repetición,  ambigüedad, inadecuación, o  placer sorpresivo; impone la tarea del analista de resaltar su aparición, así el analizado sabrá que ahí, lo quiera o no, hay algo importante en el orden de su deseo, y que cuando reaparezca esa formación del inconsciente, puede o no ser necesario mostrarlo nuevamente, pero el analizado tal vez podrá estar listo  para detenerse y buscar relaciones que lo lleven a la búsqueda del sentido de lo que quiere ser expresado.

Cuando en el discurso aparecen los tropiezos es importante intervenir, no necesariamente cuando el paciente habla de sus recuerdos, sino más relevante cuando salta algo del proceso primario. Así cuando el analizado habla de sus recuerdos lo más relevante es observar lo que se va desplazando entre éstos, no lo que está centrado, sino lo que se mueve, y que tanto en una forma regresiva se reacomoda, o bien en el enlace con un nuevo acontecimiento se resignifica. Lo antiguo con lo nuevo permite retranscripciones de los recuerdos encubridores del deseo que es el que sigue desplazándose hacia atrás o hacia adelante. Por lo tanto, nuevamente en la transferencia se construye y simboliza el deseo cuando el analizado narra sus recuerdos hay que darle acento a lo olvidado, a lo absurdo, a lo inadecuado porque ahí está lo oculto, el deseo reprimido.

Lacan  (1957) retoma a Freud en el estudio del chiste (1905) y le da peso a la palabra, al significante. De ahí que si un análisis se da principalmente a través de la palabra, Lacan va desarrollando la relevancia de cada palabra en relación a otra y cómo se arma el discurso y por tanto es ahí entre esa cadena asociativa de significantes donde van a surgir las formaciones del inconsciente, es decir por sus relaciones y no de manera aislada. Ahí donde se anuda un significante con otro para Otro, es decir cuando tiene un destinatario es donde el deseo inconsciente se hace presente en un lapsus o en una nueva creación de palabras o juego de palabras. Es por eso que es importante dejar correr el habla puesto que así los significantes siguen transformándose, desplazándose y el deseo va encontrando nuevas vías y nuevos sentidos. Por eso el analizado necesita encontrar y cerrar su propios significantes, no es labor del analista hacer el cierre de esos significantes. El analista solo es una escucha que hace notar esas palabras puente para señalarlas asumiendo así el lugar del Tercero,   de la ley,  del Otro que sale de la relación de goce dual y que permite que el analizado descubra el sentido de su deseo, el sentido de lo que dice. De esta forma escuchamos a un paciente en cómo enuncia, cómo le habla al Otro,  el analista resalta el significante para que el paciente se encamine de lo oculto en la palabra consciente a buscar su deseo. Así la agudeza en el psicoanálisis consiste en ser ese tercero que capta esa parte no articulada en el discurso  para hacer un corte y que el sujeto se detenga a pensar en lo propio de esos  restos de lo que  puede ser nombrado.

El analizado habla para el analista que representa al Otro: cuenta sueños, cuenta chistes, tiene actuaciones, lapsus, y todos estos actos psíquicos muestran cómo está la transferencia.  El análisis consiste en lograr que el propio paciente despliegue sus cadenas asociativas y vaya mostrándose creador cuando va expresando su deseo, solo eso le dará al paciente un nuevo recurso para enfrentar su dolor. Saber que esa es una labor del propio analizado desanuda al analista de quedar atrapado  como si él tuviera que resolver el dolor del paciente, de lo contrario el analista queda  enganchado en una relación de goce, puesto que el analista nada puede hacer diferente más que el paciente aprehenda el método, es decir  la asociación libre que deja correr la cadena de significantes, que se resignifican y  crean nuevas tramitaciones del deseo.

La  comprensión, conocimiento y reconocimiento de las formaciones del inconsciente abren el camino para la escucha en el trabajo analítico. Sé que apenas esto es un comienzo que requiere mucho práctica, ejercicio clínico y que falta camino por andar en mi experiencia en el devenir como psicoanalista, mientras tanto mi deseo seguirá tramitándose por diversos senderos como el que nos condujo para compartir este ensayo con ustedes.

Bibliografía:

  • Freud, S. ( 1900) Sobre la Psicología de los procesos oníricos. En la interpretación de los sueños. Tomo V. Obras Completas 2da Edición, 11ª reimpresión. Traducción J. L. Etcheverry. Argentina: Amorrortu editores, 2012.
  • Freud. S.  (1905) El chiste y su relación con el inconsciente. Tomo VIII. Obras Completas 2da Edición, 11ª reimpresión. Traducción J. L. Etcheverry. Argentina: Amorrortu editores, 2012.
  • Freud, S.  (1901) Psicopatología de la vida cotidiana. El olvido de los nombres propios y Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores. Tomo VI. Obras Completas 2da Edición, 11ª reimpresión. Traducción J. L. Etcheverry. Argentina: Amorrortu editores, 2012.
  • Lacan, J. (1957) Las formaciones del inconsciente. Seminario 5.  Seminarios de Jacques Lacan. 1ª  ed., 12 reimpresión. Buenos Aires. Paidós, 2013. Traducción E. Berenguer.