Habitando la frontera desolada: Pulsiones y Psicosomática

Habitando la frontera desolada: Pulsiones y Psicosomática[1]
Leticia Villagómez Tovar2, Adriana Meluk Orozco3, Miriam Jacobson Ihlenfeld4
Resumen
Al imaginar límites y fronteras, relacionamos esta idea con espacios arbitrarios que separan territorios. Si trasladamos este símil al Sujeto, se abre la idea de territorios internos a nivel psíquico y somático. En lo psicosomático desde el psicoanálisis, definir si existe algo que sirva a manera de puente, límite, o frontera entre estos territorios, nos lleva a acudir a la Pulsión, entendida como ligadura y carga movilizadora, y es desde esta idea desde donde centraremos este trabajo. Nos preguntamos entonces: ¿Dónde lo psíquico se vuelve piel, carne, expresión corporal? y ¿Dónde, el cuerpo se ve atravesado por la psiquis o sus representaciones? Retomaremos planteamientos de Freud sobre la pulsión, desde la primera y la segunda teoría, para acercarnos a que toda desintrincación pulsional conducirá a alteraciones. Bordearemos concepciones de la Escuela Psicosomática de París con las ideas de P. Marty y C. Smadja, acerca del lugar significativo del trauma en los procesos de somatización. El análisis nos lleva a las fronteras de este aparato psíque-cuerpo escindido para ligar, intricar y tejer las representaciones y afectos desde las transferencias, construcciones e historización a través de la escucha y la palabra.
CONCEPTOS: Pulsión, trauma, somatización.
Introducción.
La definición de frontera que trae el diccionario de la real academia de la lengua española es simple, y nos habla sólo de la idea de límite, de línea, de un lugar que marca la división de territorios y queda abierta a nuestra mente el ampliar tal idea y lo que en dichos espacios ocurre.
El psicoanálisis complejiza como se piensan las fronteras desde diversas conceptualizaciones, y nos invita a indagar el concepto. Surge en nosotros la primera idea, de que los límites son una construcción arbitraria y qué si viéramos un paisaje o una extensión de tierra real, difícilmente en la superficie tendríamos la idea de dónde termina un lindero y se establece otro.
1 33º Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Fronteras, FEPAL 2020, Primer Congreso virtual, Montevideo Uruguay. Este trabajo fue publicado en el Libro del Congreso, pp. 547-552
2 Psicoanalista con funciones Didácticas (Sociedad Freudiana de la Ciudad de México, SFCM), Doctora en Psicología Clínica con investigaciones en padecimientos psicosomáticos y de la alimentación, (Universidad Iberoamericana). Miembro IPA y FEPAL, Email: levillato@hotmail.com
3 Psicóloga clínica, Psicoanalista titular (Sociedad Colombiana de Psicoanálisis SOCOLPSI) Psicoanalista invitada (Asociación Psicoanalítica de Madrid APM), Máster en Psicología Psicosomática, Psicosomatóloga titular (Sociedad de estudios psicosomáticos iberoamericana SEPIA). Miembro AIPPM (Asociación Internacional Pierre Marty. Especialista en trastornos de la alimentación, Especialista en duelo y tanatología. Miembro pleno IPA y FEPAL. Email: adrianameluk@gmail.com
4 Psicoanalista. Miembro de IPA. (International Psycohanalitytical Association). Miembro Titular de ApdeA, con función Didáctica. (Asunción-Paraguay). Miembro de FEPAL. Email: miriamjacobson43@gmail.com
Con un Ser ocurre igual, no resulta una tarea sencilla establecer fronteras y se abre ante nosotros la idea de territorios internos a nivel psíquico que se mezclan y tejen en un cuerpo psique, con linderos externos (objetivos), poblados de redes y conexiones de relaciones.
Cuando nos adentramos en el estudio de la psicosomática, vemos como los desarrollos teóricos han pasado por varios momentos, lo que nos ha llevado a establecer varios modelos
para la comprensión de la geografía somatopsíquica. Los mismos intentan dar cuenta de esas unidades psicosomáticas con funcionamientos intrincados de maneras diversas. Una de las ideas fundamentales y ampliamente extendida, es la complejidad para definir si existe algo que sirva a manera de puente, límite, o frontera entre el cuerpo y la mente.
La respuesta nos llega de la mano de la Pulsión como ligadura, carga movilizadora entre lo psíquico y lo somático y es desde aquí que orientaremos este escrito.
Tina, aunque no aparecerá en este texto, fue la paciente que nos acompañó dentro del territorio clínico en la exploración conceptual de la pulsión como “concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático” (Freud, 1915). Una mujer muy dolida y con una serie de traumas acumulativos a lo largo de su vida, que la llevarán a que los hilos pulsionales que mantienen la unidad psicosomática se vean desintrincados o descosidos, dando lugar a importantes regresiones somáticas
La pulsión como frontera.
Freud desde el principio de sus desarrollos teóricos, nos presenta el sujeto como una unidad con diferentes grados de integración somato psíquica y se pregunta por esa mente encarnada en el Yo cuerpo. Es decir: ¿Dónde la mente se vuelve piel, carne, expresión corporal? y ¿Dónde el cuerpo se ve atravesado por la psiquis o sus representaciones? Él se ocupa durante toda su obra de los síntomas corporales y las diferentes afecciones somáticas, intentando integrar estos a los desarrollos teóricos que va efectuando, y es así como incorpora los fenómenos somáticos a la economía pulsional.
Con los planteamientos de 1910 -hechos por él- en su primera teoría pulsional, nos expone la existencia de dos tipos de pulsiones: las pulsiones de conservación (Yoicas) y las pulsiones sexuales (Libido), las cuales se oponen a las primeras.
Desde estas ideas, él menciona qué con estos dos grupos de pulsiones, se invisten todas las funciones somáticas y nos refiere la pulsión como: “es un concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma” (Freud, 1915).
La pulsión circula permanentemente y no cesa hasta lograr su descarga. De ella se menciona que es de naturaleza endógena y el individuo no puede escapar de ella como lo haría de los estímulos externos. Ella misma, es representante de las excitaciones endo-somáticas.
La pulsión sólo puede ser conocida por sus representantes psíquicos, que comprende el representante-representación y el “quantum de afecto”. La pulsión a través del afecto y las representaciones, habitan el cuerpo y el afecto viene siendo la expresión cuantitativa de la cantidad de energía pulsional y de sus variaciones.
“El factor cuantitativo de la agencia representante de la pulsión, tiene tres destinos posibles: la pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada se descubre de ella, o sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo, o se muda en angustia” (Freud, 1915, p. 148, Carta a Fliess, del 21 de mayo de 1894).
Freud define la pulsión por su fuente, su fin, su perentoriedad o fuerza y el objeto al que se dirige. Nos deja claro que la fuente es somática y la meta es psíquica, y es en ese recorrido que se intrincan las funciones biológicas y psíquicas.
Con los trabajos sobre Narcisismo y los planteamientos de 1920 en “Más allá del principio del placer”, se nos plantea un cambio del modelo pulsional donde de nuevo se proponen un dualismo entre pulsiones de vida (Eros) y pulsiones de muerte (Tánatos) y se reconoce a ambas el valor de fuerzas que dirigen toda la vida del sujeto. Estos dos grupos de pulsiones se mantienen con un cierto grado de intrincación y estarán presentes en todos los procesos del individuo.
El dualismo de pulsiones yoicas y pulsiones sexuales, entra pues en confrontación a la pulsión de muerte como “estímulos interiores no ligados”.
En la medida en que el principio de placer se sostiene en la ligadura, es como se posibilita la investidura de las representaciones y sus desplazamientos. Freud delimita con claridad el más allá de ese principio y el lugar de la pulsión de muerte como lo que excede a lo ligado. De aquí podemos extraer una idea en lo psicosomático y es que toda desintrincación pulsional conducirá a alteraciones en los dos territorios.
En este punto, C. Smadja (2019) nos menciona: “Dos observaciones freudianas ilustran este proceso psicosomático. La primera concierne a la neurosis traumática, rica en sintomatología psíquica, en general. Sí al mismo tiempo, observa Freud, existe una lesión corporal, la sintomatología psíquica se borra y desaparece”. Así podemos ver, como con el borramiento de la respuesta psíquica ante el trauma, se cede territorio. Es decir, se moviliza la frontera a la expresión de un trastorno corporal.
La segunda observación señala C. Smadja (2019), concierne a la neurosis en general (histérica, fóbica u obsesiva) la cual es rica en síntomas psíquicos y ante la que señala Freud que cuando aparece un acontecimiento somático grave, se borra la sintomatología neurótica. Con lo que se haya una relación entre negatividad psíquica y trastorno somático. La segunda teoría de las pulsiones por tanto nos ha permitido entender las enfermedades orgánicas globalmente.
Desde aquí podemos comprender como, las inscripciones o huellas traumáticas que no han podido ser ligadas, ni representadas, que permanecen en el sujeto como huecos sin historia, sin ligadura, se descargan en acto o en soma, como un intento fallido de ligadura.
Para el analista trabajar en las fronteras de este aparato psíque-cuerpo escindido, exigirán a éste y su analizante, ir ligando, intrincando y tejiendo juntos las representaciones y afectos desde las transferencias-contratransferencia; favoreciendo la articulación de éstas en las construcciones e historización a través de la escucha y la palabra. Es como retomar los hilos rotos pulsionales que dejó el trauma y lo no representado, e irlos anudando en el trabajo analítico, para reconstruir esa red psicosomática. Es importante señalar cómo en el paciente psicosomático, la red simbólica se rompe en oposición a los síntomas histéricos.
Marty, P. citado por Smadja, C. (2019) en su conferencia, “Los trabajos de somatización” describe esquemáticamente los tres terrenos de donde fluyen las excitaciones pulsionales señalando: las funciones somáticas, el funcionamiento mental y los comportamientos, y menciona, que la somatización resulta de un proceso en que fracasan de forma momentánea o duradera el trabajo mental y/o la expresión en los comportamientos. Dando entonces, un lugar significativo al traumatismo en los procesos de somatización.
El trauma desorganiza y rompe la continuidad de un cierto funcionamiento psíquico y afectivo, y la causa sería una pérdida -de un objeto, función o relación- y dicha pérdida puede ser real o fantaseada.
Como lo menciona Freud (1920), es una cantidad de excitación que sobrepasa las posibilidades elaborativas del Yo, con lo que la somatización es una de las soluciones de esa sobre carga pulsional que ha quedado desligada.
Dicha desintrincación, libera una cantidad de energía significativa que se pone al servicio de la pulsión de muerte y aumenta los fenómenos de desintegración y desorganización, siendo la regresión la manifestación clínica de dicha ruptura. Es decir, al no existir suficientes representaciones mentales, ni una descarga en acto, la expresión somática estabiliza movimientos de desorganización y regresión.
Menciona C. Smadja (2019) al respecto de las manifestaciones corporales que: “son susceptibles de Taponar, bloquear o atemperar los movimientos de desorganización” introduciendo la idea de fijaciones somáticas como plataformas que van favoreciendo la estructuración mental y que sirven como anclaje ante la ruptura en el trauma de la continuidad psíquica. Por tanto, la fijación somática puede surgir como defensa o función reorganizadora del psiquismo.
En este punto se puede introducir las ideas de: regresiones y desorganizaciones somáticas. Las primeras funcionan como las regresiones mentales darían origen a las enfermedades reversibles y las segundas van después de las desorganizaciones mentales y darían lugar a las enfermedades evolutivas.
Como se ve entonces los fenómenos regresivos como lo señala Freud, se extiende tanto a la mente como al cuerpo, pero al analizar pacientes psicosomáticos serán las regresiones del Yo y de la libido las más significativas
Michel Fain (1957) refiere que: “El trastorno somático restablece la situación, detiene la regresión y salva así al yo” siendo una solución para el Yo que evita su desintegración y por lo tanto la psicosis.
Así y para concluir, el trabajo de somatización según la escuela de París comportaría dos momentos a nivel pulsional: uno destructor o tiempo de lo negativo que comienza con la situación traumática que genera más o menos una herida narcisista que a su vez reactiva antiguas heridas del Yo. Se señala como los afectos dolorosos o de desamparo movilizan la pulsión de muerte que tendrían tres caminos: ser proyectada al exterior, ser intrincada al masoquismo o la opción auto calmante. El trabajo de la pulsión de muerte es silencioso y buscará reducir el monto de la excitación traumática o dolorosa.
El segundo momento es un tiempo erótico o de curación, en el que el Yo puede disponer de más libido. Se señala entonces algo interesante, y es que parte de la libido también ha sido proyectada al exterior como forma de preservarla y se equipara así la somatización al delirio y se sugiere como para el paciente psicosomático el enfermar, equivale al delirio del psicótico como forma de preservar lo más que se pueda ese Yo, que se ha visto embestido por el trauma y que se ve en la tarea de resistir la energía pulsional liberada e intentar ligarla para evitar el colapso psíquico y corporal del sujeto. El segundo momento de la somatización es pues, un tiempo de cura cargado de potencialidad y posibilidades de reintegración.
BIBLIOGRAFÍA
1. Fain. M. y Marty P. Principios de clínica psicosomática con ocasión de la investigación de un caso de glaucoma. Revista Francesa de Psicoanálisis. 1957. Vol. 21, No 2. Pág. 155.
2. Freud, S. Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950 [1892-99]), Carta 18 (21 de mayo de 1894). En Obras Completas, Vol. I. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
3.Freud S. Proyecto de Psicología para neurólogos (1895). En Obras Completas, Vol. I. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 2007.
4.Freud S. Pulsión y destinos de pulsión. 1915. En Obras Completas, Vol. XIV. Amorrortu Editores. 2 da edición. Decimosegunda reimpresión. Buenos Aires, 2008.
5.Freud S. La perturbación psicógena de la visión (1910). En Obras completas. Vol. XI. Amorrortu Editores. Decimocuarta reimpresión. Buenos Aires. 2008
6. Freud S. Más allá del principio del placer (1920). En Obras completas Vol. XVIII. Amorrortu editores. Decimocuarta reimpresión. 2008
7.Smadja C. El trabajo de somatización. Jornadas de Psicosomática. Conferencia dictada en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Traducida por Alarcón J. Madrid. Mayo 2019.