(El pequeño Hans)

por Julio Ortega Bobadilla

“Una de mis memorias infantiles más vívidas es la de verlo en el estribo atestado de gente del tranvía, yendo al partido de fútbol del domingo al Hohe Warte, con una mano en la barandilla y con la otra empuñando su libro más preciado, una copia muy usada, llena de anotaciones, de la Crítica de la razón pura de Kant”.

Hans Graf sobre su padre.

Estoy aquí en mi alma mater la Facultad de Psicología de la UNAM, para hablar del pequeño Hans en la conmemoración del 100 aniversario del caso clínico que daría lugar, cómo seguramente han mencionado mis colegas, al psicoanálisis infantil. Es el caso princeps primero en una práctica que se habría de convertir en importante después con el trabajo de analistas como Melanie Klein o D. W. Winnicott quienes a los principios de la teoría freudiana, agregaron sus concepciones y prácticas a fin de establecer los principios de una teoría coherente que toma como pivote de la intervención analítica al juego con el niño más allá del intercambio simple de palabras.

Quizá extrañe a muchos el título de mi conferencia, en italiano cuando se trata del tratamiento de un pequeño vienés, pero si decidí recurrir a este nombre, ha sido en recuerdo del trabajo de Sergio Finzi que dirigió “il piccoloHans. Rivista di analisi materialistica”, publicada de 1974 a 1994 con la colaboración de gente como Mario Spinella, Giacomo Contri, Virginia Finzi, Contardo Calligaris.

Revista cuyos materiales son hoy difíciles de ubicar, a tal grado de que cuesta trabajo encontrar en la mismísima Wikipedia italiana una referencia a ese trabajo que duró veinte años. Quizá sea ese el destino del trabajo intelectual al margen de la corriente asentida por la mayoría, el olvido y la indiferencia. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de traer del polvo ese trabajo y algunas de las ideas que se produjeron en ese tiempo que conjugaban Freud, Marx y Lacan y que finalmente no desembocaron cómo podría haberse esperado, en una síntesis inquebrantable pero que produjeron trabajos interesantísimos que no deberían haber sido olvidados tan fácilmente.

Sin embargo, precisamente en nuestros días, en que Jean Allouch defiende que el psicoanálisis es una práctica espiritual, creo que hace falta responder que el psicoanálisis tiene más de material que de espiritual. La práctica misma del análisis de niños es completamente material y más allá de cualquier juego de palabras, también lo es el psicoanálisis, que en mi opinión, no necesita cambiar de nombre al neologismo spsychanalyse.

Hasta 1972, fecha de la aparición de las Memorias de un hombre invisible, transcripción de las cuatro entrevistas acordadas por Herbert Graf con el periodista Francis Rizzo, no se conocía la identidad de ese “niño de cinco años” que con el nombre de “Juanito” había alcanzado la celebridad gracias al relato de Freud sobre su análisis, efectuado por Max Graf, su padre y en el que el profesor habría intervenido prácticamente sólo como espectador, o como sujeto al saber de la transferencia de ambos que habrían ido a visitarle personalmente juntos sólo una vez.

Considerado uno de los centrales casos del psicoanálisis, el tratamiento de Juanito ocupó enseguida un lugar particular en los anales del freudismo, en primer lugar porque el paciente (por primera vez) era un niño, lo cual despertó en la sociedad de su momento críticas mordaces sobre la monstruosidad de analizar un niño, y en segundo término porque Freud, en lugar de ocupar la posición de analista, aparentemente habría intervenido sólo como supervisor de la operación analítica del padre.

El análisis propiamente dicho de Juanito se desarrolló en el curso del primer semestre de 1908. Fue contemporáneo del análisis de Ernst Lanzer, el Hombre de las Ratas. Freud, con autorización el padre, publicó el historial en 1909, pero ya se había referido a Juanitoen dos artículos sobre la sexualidad infantil aparecidos en 1907 y 1908. En realidad, desde 1906, cuando el niño no tenía aún tres años.

El caso del Klein Hans es producto de una de las épocas más fructíferas del trabajo de Freud, quien a la sazón había cumplido 53 años y logrado llevar su desarrollo vital al punto de romper públicamente con Fliess, transformar la sociedad Psicológica de los miércoles nombrando secretario a Rank, entrar en contacto con los suizos y ser recibido en la Clarck University de los Estados Unidos con honores.

En la correspondencia con Jones de junio de 1909, encontramos el señalamiento a su amigo: Nunca logré una comprensión más sutil del alma de un niño. La neurosis infantil del pequeño Juanito, corrobora sobre la marcha y en materia, las conjeturas que los pacientes adultos le habían adelantado a explorar: el material patógeno se podía observar y mostrar desde la misma infancia por interpósita persona, en este caso, el padre del niño.

El caso aparece como una verificación también de la teoría después de la escritura de los Tres ensayos para una teoría sexual (1905) dónde el estudio de la evolución libidinal y el infantilismo sexual, así como la fijación del neurótico a estos patrones son la pieza clave que funda la teoría sobre el desarrollo sexual. Ésta es, por cierto, una obra que tiene múltiples pies de página, correspondientes a años muy posteriores, pues al parecer, estuvo en constante revisión por el autor. Quizá por la misma incompletud de su teoría, su carácter permanentemente abierto y la insatisfacción con ciertas respuestas alcanzadas en la primera formulación.

En este caso de análisis infantil, el Freud teórico se une al Freud clínico, para corroborar la teoría de la evolución psíquica que formuló, desarrollar una metapsicología del objeto, cotejar su dinámica pulsional con la  teoría de la represión y verificar su concepción del deseo materno.

Éste será el antecedente que abrirá futuras perspectivas para la práctica clínica de personajes tan ilustres como Oskar Pfister, Hermine HughHellmunth, Anna Freud, Melanie Klein, y Donald Winnicott, Margareth Mahler, John Bowlby entre otros.

El enlace del pequeño pacientito con Freud es cómo ustedes lo saben su padre quien funge las veces de analista, por otro lado, parece que es también uno de los principales actores del conflicto, situación que contrariamente a lo que pensó Freud en ese momento, obstaculiza más las cosas que las facilita.

Estamos en los inicios de la práctica analítica y Freud mismo analiza a su hija contra toda convención actual, Jung en el frenesí del entusiasmo a su esposa y sus amantes, Hugh -Hellmunt a su sobrino, adolescente rebelde que vive con ella, y que terminará asesinándola.

De hecho, en el caso de Juanito, uno de los motivos por los que el análisis parece funcionar tan bien, es por la imposición de un tercero al supuesto saber, que interpreta y corta, aún y cuando la estrategia es muy heterodoxa y difícilmente pueda recomendarse como un paradigma o un ejemplo, porque a decir verdad, no se trata de un análisis del todo y su lectura ofrece muy pobres lecciones sobre técnica de análisis con niños.

Hans, es un pequeño de 5 años que es el hijo del musicólogo Max Graf que ha sido durante algunos años miembro de la Sociedad Psicológica de los miércoles.

Freud conoce bien de cerca a la familia porque la madre del niño (1) (Olga Hoenig) ha sido su paciente durante varios años, ella es la sexta de un grupo de siete hermanos, una de sus hermanas si no ha cometido suicidio – no es claro – por lo menos, sí lo ha intentado. Sus dos hermanos se han suicidado pegándose un tiro, tal y cómo acostumbraban hacerlo a finales del siglo XIX, ciertos caballeros burgueses elegantes.

Su padre, es el mayor de cinco hermanos, y no tiene una buena relación con su abuelo que es un escritor político, adepto a los viejos y duros métodos educativos al estilo Schreber. Se dice que trató de llevar la educación de sus hijos de una manera diferente, no fue su única esposa y al parecer siempre permaneció ligado a un amor de juventud, se casó en otras dos ocasiones y estuvo, como habíamos dicho, muy vinculado en un tiempo, al movimiento psicoanalítico.

La familia de Freud y la de Graf, están en un momento dado muy unidas, allí en el texto utiliza el adjetivo hermosa, para referirse a la madre de Juanito.

Freud está persuadido de que el casamiento de Max Graf y Olga Hoenig será feliz; estima en el caso mismo, que el « pequeño Hans » gozó del beneficio de una educación clemente y adecuada, y considera que Olga Hoenig era una excelente madre.

Los invita a la boda de uno de sus hijos, amén de visitarlos en casa. Graf está completamente de acuerdo con educar a Juanito con los principios del psicoanálisis aplicado.

Trata de no ejercer sobre el chico la menor coerción posible, los padres se portan extremadamente pacientes, se interesan en su charla, registran sus sueños y se entretienen en una permisividad amorosa.

Hans es un dechado de perversiones, está enamorado de todos, más bien todas las personas a su alrededor, su madre, su padre, sus primas, las hijas de una familia amiga, su primo.

El estilo psicoanalítico de educación no impidió que los Graf usaran un montón de estereotipos de la época victoriana y sus rezagos. Cuando a los tres y medio años, la madre encuentra tocándose a Hans, le dice que llamará al doctor para que le corte la colita. Ante la venida de la hermanita, que evidentemente estaba en la panza de mamá, no se les ocurre mejor idea que decir que se las ha traído la cigüeña. Sobre este asunto, Juanito aparece hasta más razonable que sus padres, al no tragarse demasiado el cuento.

Es decisivo para comprender de nuevo la relaciones complejas de este material, la entrevista realizada en 1952 por Kurt Eissler a Max Graf, padre del “pequeño Hans”. Conversación utilizada por Josiane Praz para develar el árbol genealógico y la trayectoria histórica vital de Juanito a través del tiempo, y textos que aparecen íntegros – junto a otros –  en el número 10 de la revista argentina Fort Da (noviembre de 2008), enteramente dedicada al caso Juanito. También allí aparece reproducida la entrevista de Rizzo al pacientito, convertido en uno de los más exitosos escenógrafos de ópera de todos los tiempos… texto ignorado o despreciado por Lacan en sus referencias al caso de análisis infantil que califica de un análisis exitoso.

El caso Juanito también es importante porque completa un cuadro de reflexión psicopatológico sobre la histeria que nos hablaría de una división entre:

  • Histeria Hipnoide. Hipótesis más bien atribuible a Breuer.
  • Histeria de retención. Que se debería a la marca de un trauma y la imposibilidad de abreacción del afecto retenido (Caso Rosalía)
  • Histeria de Defensa (que prácticamente hasta 1909, incluye a casi todas): Trauma más la imposibilidad de evocar representaciones susceptibles de provocar efectos displacenteros.
  • Histeria de conversión. Con o sin angustia.
  • Histeria de Angustia → neurosis fóbica.

En varios textos alrededor de 1895 tales como “Las psiconeurosis de defensa” (1894), “Nuevas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa” (1896) y por supuesto, “Los estudios sobre la histeria” (1895), Freud había desarrollado el problema del síntoma como producto de un “símbolo mnémico” –de memoria- de un trauma patógeno ó conflicto primario. Así en el escrito de 1894 anota:

De este modo el yo logra liberarse de la contradicción; Pero se ha cargado con un símbolo mnémico que ocupa un lugar en la conciencia, como una especie de parásito, ya que en forma de una inervación motriz irreductible, ya de una sensación alucinatoria constantemente recurrente.

Basándose en ésta concepción, es así como en los “Estudios sobre la histeria”, Freud claramente trata de dirigir la abreacción, como si se tratase expulsar a la nociva ‘Taenia Solium’ (solitaria) causante de la parasitosis intestinal, podríamos decir que su trabajo se asemejaba al de un ‘exorcista’ tratando de sacar a los demonios del poseso. Su abordaje técnico con el paciente prefigura modalidades y recursos de “modernas terapias” como la Gestáltica, la Psicodramática, la del Grito Primario, etc.

Planteamientos terapéuticos que utilizan el resorte catártico como base de su acción y estrategia. Justamente Lacan ha hecho notar con acierto y cierta dosis de ironía que Freud carga sobre sus hombros, todas las formas de psicoterapia que han emergido del siglo XX. Por supuesto, cabe agregar, que el psicoanálisis no se detiene en la simple catarsis y requiere de una movilización total de los significantes de la historia del paciente. Sin poder prever de antemano el resultado de dicha movilización, sabemos que colateralmente desemboca en una reestructuración histórica y un cambio subjetivo respecto a las marcas de su sufrimiento.

Algunos de nuestros pacientes reclaman ―aún en psicoanálisis que pueden considerarse fructíferos― que el conocimiento de la estructura más profunda del síntoma, no les exime del dolor de sus heridas. La verdad es que mucho del sufrimiento no desaparece sólo con la emergencia de las determinantes inconscientes, sino con la aceptación de la castración y el tiempo. Freud recordaba a los analistas una frase: “Yo le cuide, Dios le curó”. Ésta hace alusión a la necesidad  de la paciencia en todo tratamiento por ambas partes.

El análisis no puede ahorrar ni una gota de sufrimiento necesaria para encaminar la cura. En otras palabras, el material reprimido ha sido enterrado por razones poderosas; si ha sido excluido de la conciencia es justamente porque atenta contra el pudor, ofende a nuestros seres queridos y nos revela la miseria de lo que somos.

El síntoma en su esencia de llanto, es una solución fallida, pero al fin y al cabo una solución que permite expresarse las fuerzas en conflicto del ser humano: por un lado tenemos el deseo, por el otro a la represión. Es también un hecho de la vida cotidiana, una postal enviada al otro para ser entendida por lo que dice y por lo que en ella guarda silencio, que tiene un destinatario particular que es y al mismo tiempo no es. Lacan en su seminario del año 1957-1958 (Las formaciones del inconsciente) puntualiza en este sentido que: “El objeto del deseo humano es el objeto del deseo del otro y el deseo siempre deseo de otra cosa –de lo que falta al objeto primordialmente perdido-”.

Si traemos esta cita a colación es porque es claro en nuestra experiencia clínica que el síntoma, la enfermedad mental en sí, está habitada por el deseo. En pocas palabras, remitámonos aquí al neurótico; él desea enfermarse. El síntoma provee una forma de vincularse con el goce y procede a su vez de esta tendencia, revoca a un desvío que ha tomado el camino del propio deseo, es una forma propia, única, inigualable de vivir el inconsciente.

La última de estas categorías en el cuadro que también es la última en tiempo, establece una diferencia respecto de los otros fenómenos sumamente importante. Todos los indicios de la angustia se encuentran soportados por una fantasía o fantasma, la base de los síntomas no es ya un recuerdo reprimido que no accede a la conciencia y que debe ser evocado para que suceda la liberación.

De hecho, supone un desplazamiento de la teoría hasta un punto en que afecto y representación están separados y el afecto aparece como engañoso, es lógico: está desplazado. El psicoanálisis no atiende al afecto como una marca de algo esencial. La complejidad aquí de la teoría psicoanalítica escapa a las fórmulas sencillas que han pasado a la cultura popular. El síntoma fóbico no es nunca un recuerdo traspuesto a un signo, sino una fantasía y un dispositivo que muestra aquello que aparece como reprimido: la relación con el Otro, su deseo y la represión.

En el caso Juanito la madre finge que ella tiene hace pipí, y responde por la afirmativa ante la duda de Juanito que, sin embargo, apuntaba a la respuesta correcta. Los indicadores del  gusto por la masturbación del hace – pipí, el enamoramiento hacia la niña en Gnumden, son no sólo efectos eróticos sino indicadores de que él desea poner su deseo en otro lugar que el materno.

La madre no da a Hans un lugar fuera de sí misma, lugar al Nombre-del-Padre, que pudiera facilitar  la triangulación del Edipo. La mentira de que la madre tiene falo da lugar a una obsesión que gira en torno al falo imaginario de la madre. Da lugar a la verificación de una imagen delirante de completud de la madre por parte de Juanito, que en el relato del caso llega a la certificación delirante de haber visto el pene de la madre.

La mano que Hans pasa por el hace-pipí viene a recuperar la satisfacción que un día tuvo de la madre; la añoranza original parecería una evocación de la mano de mamá. En realidad es también, y en este sentido, el síntoma siempre tiene más de una interpretación, incluso contradictoria pero sostenible a par con su inversa, debido a la lógica misma del inconsciente, la introducción de un placer de órgano camina en dirección a un autoerotismo alcanzable sin la intervención de la madre.

El síntoma masturbación es un intento de alejamiento de la madre y llama la atención el regaño materno hacia una conducta masturbatoria habitual a esa edad y la amenaza de castración no extraña asociada a la represión directa, cómo después veremos, hay una relación directa entre esta conducta materna, el síntoma posterior y la histeria propia de la madre.

Se trata de una mamá en extremo tentadora que no parece tener ningún recato ante su bebé, pues se viste y desviste, especulamos que se baña enfrente de Juanito sin ningún pudor e incluso permite que duerma con él sin que medie ninguna distancia que establezca un límite que daría lugar a la Ley de prohibición al incesto.

Porque Edipo significa normativización a la regla, intervención de un tercero y finalmente establecimiento de una pauta social con la cual aparece identificado el niño y que se volverá un ideal a respetar e imponer en sucesivas generaciones. Gracias al Edipo se establece una relación bien organizada entre el sujeto, el objeto de deseo y el otro.

Para Freud,  la fobia a los caballos, vinculada al término histeria de angustia, sería el desplazamiento de un miedo a algo amenazador que no aparece claro para el consciente. Juanito ha fijado en el caballo, que hoy sería el equivalente de tener miedo a los automóviles en las calles, el temor a la castración del padre que aparecería como el elemento de corte temido ante la conducta incestuosa que aparece alimentada por la seducción de la madre.

El síntoma fóbico parecería caer sobre Hans — según la lectura que hace de Lacan, Erik Porge — en el momento en que las reglas del juego son perturbadas  dónde debe asumir la integración simbólica de su sexo y agreguemos, la carencia propia y la necesidad del otro.

Estas reglas son perturbadas porque en ese momento Hans se encuentra entrampado en una relación imaginaria, dual, con su madre, dentro de un juego intersubjetivo de velamiento/develamiento del falo de ésta. Los acontecimientos reales que perturban la introducción de un límite edipiano, son los primeros goces fálicos que agitan a Hans y el nacimiento de una pequeña hermanita: Anna.

No se trata para Hans solamente del interrogante de tener un pene pequeño o grande, sino la introducción también de una pregunta fundamental de dónde vienen los niños, que implica interrogarse sobre el significante padre y la revelación de la insuficiencia de la madre para clonarse, por así decirlo, sin necesidad de un hombre.

Confrontado a la revisión de su sistema simbólico, Hans se encuentra desconcertado. Por un lado su madre hace juicios despectivos sobre su sexo: no es más que una porquería. Por otro, la madre no renuncia a conservar a Hans como su pequeño apéndice que lleva a todas partes: al baño, al lecho…y esto a pesar de las intervenciones del padre que quedan sin efecto.

El padre, está muy prendido al matriarcado con sus visitas dominicales a su propia madre, y no puede servir de soporte a una transformación del sistema simbólico de Hans. Lo que Hans demandaría a su papaíto es que actúe con cierta violencia, se pare como un hombre verdadero (con autoridad) y se enoje. Le prohíba seguir adelante en la relación imaginaria incestuosa con la madre.

La aparición de la fobia infantil entonces, habría sido un llamado de atención que convoca a intervenir a la función paterna, al parecer en los casos de fobia – no sólo los que pueden calificarse de infantiles –, prevalecería un desplazamiento de la figura paterna hacia el elemento fóbico o la acción contrafóbica. No es una fórmula tan simple, porque la substitución del elemento reprimido por el fóbico no es directa sino se realiza a través de múltiples transformaciones y en cierto modo el pequeño Juanito en su fobia, también expresa que ha convertido en objeto fetiche al caballo (es curioso en este sentido el regalo que le ofrece Freud después del “tratamiento”, curada la fobia: un caballito mecedor).

Él ha decidido que el sexo femenino, el de la madre que ha podido constatarse sin pene, tiene uno de todos modos. Pero ese pene que no ha existido nunca, ese objeto que se define por su ausencia, puesto que, evidentemente, no se lo ha visto nunca, es de hecho un objeto simbólico que falta y que sin embargo no puede faltar: el falo. La respuesta de la madre contradice algo que aparecería como una natural angustia de castración y le hace entrar en pánico. Si la madre tiene falo, es omnipotente a tal grado que es inútil escapar de ella. Él se queda a su lado.

Hasta ahora habíamos pensado todo esto con Lacan, Porge (Fort – Da 10, noviembre 2008) se esmera sobre el tema, que el síntoma fóbico trata de reintruducir algo en el nivel del padre. Que el síntoma ha jugado un papel reparador en algo que está roto y que media entre lo imaginario y lo simbólico, tratando de introducir algo de lo real: la presencia de un padre y sus transmutaciones.

Sin embargo, creo que conviene mediar un poco, estas afirmaciones con otras consideraciones y datos que cómo decía han ido apareciendo.

Olga Hening y Max Graf se encuentran antes de 1900 cuando ella es paciente de Freud. Ésta le habla fascinada de un médico que la trata con un novísimo método, quien en un momento dado, ha decidido seguirla tratando a pesar de que ella no tiene dinero. Es una costumbre que tiene Freud y que es parte de lo que él considera su servicio social a la comunidad y que ya ha puesto en práctica con el Hombre de los Lobos.

Ella le habla del psicoanálisis y él queda fascinado por su relato, hace que su mujer lo acerque a Freud, quien lo acoge inmediatamente en la Sociedad Psicológica de los Miércoles. Max Graf está realmente apasionado con el profesor y cómo crítico literario, se pone al servicio de su maestro para proporcionarle material sobre cómo pueden los escritores pasar del fantaseo creador a la escritura literaria. Con Freud, Graf (2) va a explorar la infancia de los escritores, proponiendo un método: hay que evitar, dice, basarse en una autobiografía, pues allí pudo actuar la represión que lleva a disfrazar el relato. Tampoco es conveniente convertirse en el biógrafo del artista, como Lombroso o los psicólogos franceses, “hurgadores de almas”, quienes sólo ven en el escritor un tipo de criminal o de neurótico, un “degenerado superior”. Propone, en cambio, partir de las obras, buscando en ellas los motivos poéticos que se repiten, lo que él llama los motivos personales. Los temas centrales de la obra revelan los mecanismos más secretos de la personalidad, “allí – dice –estamos en el centro del inconsciente.

Allí conoce a Steckel, Silverer, David Bach, Ferenczi, que no le impresionan demasiado, pero sí a otros que le simpatizan: Adler y Jung. En otras palabras, los que no debieran agradarle para ser fiel a la causa del psicoanálisis. Se habla de diversos temas, llegando a analizarse a Nietzsche y a otros filósofos. Un día, todos se ponen a analizar a Freud, según las reglas del psicoanálisis que se han aprendido, aunque el resultado no es muy bueno, porque topa con la resistencia de Freud.

Freud es una figura dominante en este escenario, es el padre primordial, generoso y a un tiempo implacable sobre las desviaciones. Interviene de manera decisiva en la vida de estos hombres sin que nada lo deba o pueda frenar.

En un momento dado, Graf se le acerca para preguntarle si debe casarse con Olga, la paciente que le introdujo con él mismo y Freud contesta sin chistar: ¡Cásese. Lo que sucederá solamente es que usted encontrará placer!

¡Cómo entonces dudar de Freud! Max se casa de inmediato con ella y se dispone a vivir una vida feliz. Sólo que existe un pequeño problema, ella no ha vencido su inhibición hacia el sexo y lo considera degradante, algo de este asunto aparece en el material de Juanito.

Freud visita frecuentemente la casa de los Graf, el mismo Herbert (Hans) le llega a evocar entre sus recuerdos como un personaje que llama la atención. La relación entre ambas familias llega a ser amistosa y cordial.  En otro momento, Graf que es un hombre liberal y de avanzada, le pregunta a Freud si debe educar a su hijo como judío, la respuesta es enfática: Déjelo crecer como judío pues si los judíos son tan oprimidos que deben luchar tanto y producir el doble que los otros, usted le sacará a este chico mucho de esta energía.

Le hará bien dejándolo crecer como un judío!! 

Después de un año nuevamente visita al profesor y le dice que su matrimonio no anda. Ella sigue siendo histérica y rehúye también el contacto social, tan necesario para proyectar la carrera de Graf. Ella tiene 23 y él 27, le llega a romper sus trabajos por envidia, y no tolera su éxito profesional incipiente, no le basta ser madre. No le bastará y en el fondo no le gusta ser mujer. Su hija pagará las consecuencias.

El profesor se muestra sorprendido, en vista de lo cual él decide darse un tiempo más… en realidad se queda 18 años… por los hijos… cómo se dice en la jerga de las telenovelas.

Dentro de la Sociedad de los Miércoles, Freud, exhorta a sus colegas a realizar el ejercicio de observar a los niños, para aportarle pruebas bien fundadas sobre sus tesis en relación de la sexualidad infantil, expuestas después con claridad en Tres ensayos de teoría sexual. Max Graf es de los más entusiastas y toma notas sobre todo lo que tiene que ver con la sexualidad del niño, para transmitirlo al maestro, que se había convertido en una persona de trascendental importancia en la familia.

Desde las primeras anotaciones del padre, Juanito aparece muy preocupado por esa parte de su cuerpo que él llama su “hace pipí”. Como Oscar Massota indica, en primerísimo lugar en el caso, se encuentra la teoría loca de la premisa universal del pene.

Poco tiempo después, es que Juanito se pone mal, tiene los síntomas de neurosis que ya describimos. En parte porque desea darle un lugar a su padre frente al deseo materno, y también porque encarna el último de los regalos y de los más valiosos de Graf a Freud. Con éste caso podrá probar sus teorías, le lleva a su mismísimo hijo en un gesto que le asemeja al Abraham bíblico al que Jehová le pide sacrifique a su hijo.

Con ese gesto, procura ganarse al profesor más allá de toda medida, no hay que olvidar que asiste a las reuniones del profesor de 1902 a 1912, son muchos años en la vida de alguien, y sólo prueban el lazo afectivo significativo tendido por lo menos de Graf  hacia Freud. Llama la atención que no se escriba el caso en conjunto, pese a que la intervención del padre resulta esencial. Le alude Freud de diferentes maneras: “el padre”, “un adherente cercano”, “un alumno”, “un analista principiante”. Uno podría decir que es para proteger la identidad del niño y del padre, pero quizá no le hubiera molestado a Graf, compartir créditos como alguna vez lo hizo Freud con Breuer, mejor aún Breuer con Freud. Eso no sucederá, y él no va a quejarse.

La presencia del profesor no es nueva para Hans, y el sujeto supuesto al saber que está instalado en relación al profesor data de tiempo antes de la entrevista, en realidad Freud ha actuado como un Amo de tiempo atrás, determinando la vida familiar de los Graf y propiciando el nacimiento de los hijos. Un relato de Max dice:

Freud tenía un papel entusiasta en todos los acontecimientos familiares de mi casa; esto, a pesar de que yo era un hombre joven y Freud era ya de edad avanzada y sus cabellos maravillosamente negros comenzaban a encanecer. En ocasión del tercer cumpleaños de mi hijo, Freud le trajo de regalo un caballo de balanceo que por sí mismo llevó hasta arriba por los cuatro tramos de escalera que conducían a mi casa. Freud sabía cómo convivir con la gente; era una persona de sentimientos sociales. Su regla fundamental consistía en atender siempre, al menos, a un paciente sin compensación económica. Era su manera de hacer un bien social.

Éste regalo mencionado, ofrece niebla en su recuerdo, en dos declaraciones distintas, Max Graf sitúa en momentos diversos del tiempo el regalo. En el momento rememorado que citamos habla de que fue a los 3 años, en la entrevista con Eissler menciona que ese regalo fue dado a Freud a raíz de su curación, lo que situaría mucho después el objeto.

Si el caballo fue regalado a los 3 años, no puede dejar de establecerse una relación entre éste y el objeto fóbico. Hans sabe lo mucho que su padre admira al profesor, cómo desea su reconocimiento y amor, en consecuencia también enferma, como una manera de complacerlo, de reivindicar la teoría freudiana y llevar a su padre a una posición de amor respecto del padre primordial.

Por otro lado, si el caballo es ofrecido como regalo  después de curada la fobia, resulta gracioso el gesto. Una especie de reforzamiento a su cura y de compensación por los servicios prestados a la causa psicoanalítica.

La Sociedad Psicológica de los Miércoles se transforma en una institución, una sociedad en la que ocupa un papel principal Otto Rank quien se convierte en el favorito del profesor.

Jung y Adler han sido expulsados del grupo desde hace tiempo, pues Freud no tolera combinaciones ni disidencias. En un momento dado Graf se le acerca a comentarle cómo está tratando de hacer la síntesis entre su pensamiento y el de Adler… el profesor le dice que tiene que escoger.

Graf está desilusionado ahora. Ha sido despreciado por el padre de la horda primitiva quien se comporta implacable en su campaña a favor del psicoanálisis, cualquier persona pasa a segundo término. Amén de que Graf no es médico y el profesor admite ahora preferentemente médicos en su círculo de íntimos, pues piensa que es una manera de dar prestigio y salvaguardar el futuro del psicoanálisis. Los intereses de Graf, por otro lado le van separando cada vez más de Freud, escribe sobre música y el profesor tiene más bien un oído de piedra y poca cultura musical.

El segundo embarazo de Olga la pequeña que aparece con el nombre de Hanna, sufre la histeria de la madre y el favoritismo de los padres por Juanito. Para nada aparece en el historial de Freud, que la pequeña Hanna ha sido dejada de lado por su madre desde su nacimiento. Según, Max Graf, su esposa estaba celosa de ella porque era una niña, y supone que probablemente hubiera querido un segundo niño: no vivió jamás en buena armonía con su hija.

No se le concede una oportunidad de estudiar — muchas veces se ha hablado de la liberalidad de los padres pero ésta información contradice lo dicho — y ella decide casarse tempranamente con un ex soldado ruso. Que pasa de albañil y por su bella voz, encarrilada por Hanna, a escenógrafo operístico (¡La misma profesión del hermano!)

Su vida sentimental es desastrosa, se divorcia. Se busca luego otro hombre y termina suicidándose años más tarde.

Hans visita al profesor, pues descubre unos papeles del padre que aluden a su caso. Max Graf ya no tiene por entonces relación con Freud, pero encamina a su hijo al consultorio de Freud para que se muestre cuando entra en el mundo artístico en 1918, satisfecho en lo que respecta a la evolución de su hijo, el profesor se muestra muy interesado constatando el éxito de este tratamiento.

Freud había hecho una broma respecto al futuro del niño, había dicho que alguna vez trabajaría en una caballeriza… el chico es muy inquieto y está totalmente volcado a la música desde edad temprana. Freud lo ve sano, fuerte, y resulta la comprobación no sólo de la teoría psicoanalítica, sino de la práctica.

En realidad puede conjeturarse que Max lo envía también para decirle a Freud que él ha hecho el papel de buen padre (eso que es tan difícil de hacer) y que el hijo no va a trabajar con la caca de los caballos, sino que ha seguido, y luego superará sus pasos, en relación a la música.

El éxito terapéutico evocado merece ser visto con más cuidado de cerca. Max Graf, en 1952, declara a Kurt Eissler que tendría muchas cosas para decir sobre su hijo adulto, cosas que no entrarían ciertamente en el esquema de la normalidad. Pero no quiso decir de eso más sin el permiso de su hijo, siendo muy buena la relación entre ellos.

Como Max Graf temía que sus declaraciones se hicieran públicas, todo lo que sin embargo aceptó decir, es que, cuando Herbert Graf leyó el relato de su caso, eso le dio una fuerte impresión y le agradeció haber tomado en sus manos su caso ¿En vista de qué? No sabemos.

Jacques Lacan, en su seminario IV, del año 1956-57, tras un cuidadoso trabajo de lectura del texto freudiano, sentenciará que en el porvenir de Hans avizoraba una posición heterosexual pasivizada, poco viril, asegurando que en el destino de este niño veía dibujarse un caballero identificado al ideal materno y carente de padre, tal como arroja en ciertas palabras brutalmente irónicas: un estilo no ajeno a nuestra época, el de la generación de los años 1945, esa gente encantadora que espera que las iniciativas vengan del otro lado, esperan, por decirlo todo, que a ellos les quiten los pantalones. 

Alguien dijo aquí ayer en este escenario que la figura del hombre y del padre, no son ahora trágicas según afirma Lacan, sino que el hombre es hoy diferente frente a otro tipo de mujeres. Todo esto me parece una repetición banal de la teoría lacaniana en todo caso. La figura del hombre y del padre siempre tendrá algo de trágica.

Volviendo a este caso en su seminario de 1968-1969, titulado De un otro al Otro, Lacan evoca la curación proclamada por Freud, y se pregunta: …Juanito ya no tiene miedo a los caballos, ¿y después?

No es seguro que ese Hans fuera totalmente carente de padre. Es evidente el gran amor que profesa por él, a pesar o precisamente porque su estilo no es el de un amo implacable. Sí es verdad que el deseo de la madre inunda las cámaras de flotación de su barco, pero el destino le llevará a convertirse en un musicólogo y escenógrafo de ópera como no se había conocido antes y a acceder a la función paterna a diferencia de cierto paciente de Freud que responde al nombre de Sergei Pankejeff.

Se casa dos veces, la primera en 1927  con Liselotte Austeritz, con quien tuvo un primer hijo, ella fue también entrevistada por Eissler y se refirió a la madre de Herbert como una enferma mental grave que era evitada por su hijo y que nunca lo aconsejaba bien, enemiga acérrima de Freud y partidaria de Adler, con quien mantuvo un vínculo amistoso después de que éste fuera expulsado del círculo de Freud. Liselotte termina suicidándose.

Y la segunda con Margrit Thuering, con quien vivió en Suiza y mantuvo probablemente una relación mucho más estable y menos conflictiva que con su primer pareja. De dicha relación nació su segunda hija, de nombre Ann-Kathrin Graf, cuando él ya contaba con 63 años y luego de haber asumido como director general del Zurich Opera y del Gran Theatre de Ginebra, siendo a esa altura de su vida un reconocido productor y director de escena en el mundo de la Opera, tras 30 años de trabajar en el prestigioso Metropolitan de New York, de tener publicados tres libros sobre su especialización y una exitosa carrera profesional que lo llevó a compartir escenarios con grandes cantantes como Maria Callas, Mario Lanza, Marian Anderson, o Reri Grist, y de haber tenido a su cargo la dirección escénica de memorables obras clásicas como Otelo, Don Giovanni, y Las bodas de Fígaro, además de dirigir a muchísimos de los más renombrados músicos del siglo XX y formar una fundación que le sobrevive. Su hija Ann-Kathrin que apenas le conoció, pues él murió cuando apenas ella tenía 6 años, le recuerda inclinado sobre su escritorio, trabajando, afanado en preparar el montaje de una obra, es una imagen simple pero trascendente que muestra a un padre apasionado por una tarea, laborioso y creativo, no puede darse mejor lección de vida a una niña.

Citas:

(1)  Praz Josaine. El “pequeño Hans” y su familia: datos históricos y biográficos. Revista Fort – Da. No. 10. Noviembre de 2008.

(2) Gauthron Martine. Max Graf, go-between entre Freud y Hans. Idem.