Intento suicida:  ¿Crisis de la adolescencia o depresión? El trabajo clínico con una adolescente de catorce años

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Martha Inés Mariela Marino [1]

Cuando revise el articulo de Asbed Aryan, sobre duelo, depresión y melancolía, inmediatamente recordé a mi paciente Kitty, con quien viví una experiencia psicoaterapéutica psicoanalítica de 3 años de tratamiento tres veces por semana y con quien siempre me cuestionaba su nivel de gravedad en función de su estado mental. Sin-embargo, revisando a posteriori su caso me doy cuenta que siempre la considere una crisis adolescente y así fue como trabaje con ella.

El objetivo del presente trabajo es tratar de dilucidar: ¿Es posible que un intento suicida en una chica adolescente de catorce años pueda interpretarse como un acto no simbolizado ( acting out ), frente al duelo adolescente? 

Cuando yo conocí a Kitty, mi paciente, ella tenía un día de haber salido del hospital. Su padre, angustiado, había llamado a su ex terapeuta (colega y amiga mía) para pedirle una recomendación de una psicoanalista que pudiera atender a su hija, ya que la chica había ingerido una cantidad considerable de medicamentos, motivo por el que tuvo que ser hospitalizada.

Los médicos, después de atender los aspectos de intoxicación y afectaciones gástricas, recomendaron, vía el psiquiatra, atención emocional para Kitty, además del tratamiento medicamentoso que ya había sido administrado en el hospital por trastorno depresivo. Le propongo al padre que al momento en que la den de alta, me avise para darle una cita.

Cuando mi paciente llega por primera vez, venia del hospital. Me encuentro con una chica cuyo desarrollo físico parece mayor a su edad cronológica, sin embargo su arreglo corresponde a una niña más pequeña, un poco infantil; su expresión seria, callada, inspira una profunda tristeza. La acompaña su padre, a quien le pido que nos deje solas. Kitty continúa con la mirada baja, en actitud como de pena o vergüenza. No busca interactuar y guarda silencio, frente a lo cual yo le digo que me parece que no tiene deseos de platicar, pero que no se preocupe, que yo permanezco ahí a su lado para que, en el momento en que ella lo decida, platiquemos y busquemos la manera de trabajar juntas.

Pasado un rato le pregunto cómo se siente y si tiene ganas de hacer algo. Ella responde que tiene varios problemas.

Tx: ¿Sí? ¿Cuéntame?

Me platica que hace tiempo se dio un golpe en la cabeza, tuvo dolor y mareo; lo comunicó a sus padres, pero ellos  no le dieron importancia. El dolor de cabeza continuó y finalmente la llevaron al médico. Este le hizo estudios, la encontró bien y le recetó analgésicos.

Tx: Cuántas cosas suceden de repente, ¿no?

Me comenta que se enojó mucho con su novio, cuatro años mayor que ella, porque éste le avisó a su mamá (a la mamá del chico) cuando ella le comunicó a él que se había tomado las pastillas. Además, Kitty estaba muy enojada con sus propios padres porque no le permitían asistir a un grupo juvenil en el que participaba su novio y al que ella había pedido integrarse .

Px: No quería morirme, comenta.

Tx: Sí, me parece que sólo estabas muy enojada.

Px: Tal vez… estaba triste o quería llamar la atención.

Me dice que para ella su padre es un desconocido. Su madre es muy exigente con todo, en particular, con su rendimiento escolar. Todo el tiempo está sobre de ella, no le permite hacer nada que no pase por su supervisión, ni le agrada el novio que tiene. Además, es muy dura y con frecuencia no se controla y la golpea. Por otra parte, la abuela paterna, a quien la paciente quiere mucho, está enferma; su prima, cuatro años mayor que Kitty, no le habla, y en la escuela han bajado mucho sus calificaciones. Agrega que el año pasado se escapó de casa después de que se peleó con su mamá y esta la golpeó.

Al preguntarle a qué se refiere cuando dice que su padre es un desconocido, relata que cuando ella  tenía nueve años su padre estuvo muy enfermo, deprimido, se encerraba en su cuarto, no convivía con nadie y en ocasiones no salía a trabajar; ella lo buscaba para animarlo pero él no le hacía caso, y ahora que ya está bien, solamente se dedica al trabajo. En otro momento, me hizo ver también que ella le teme.

Me comenta que actualmente lleva tres meses de relación con su novio; que es una relación seria, con la cual sus padres no están de acuerdo. Me dice también que cuando se enoja mucho necesita pegarle a alguien o a algo o hacerse daño; en una ocasión se arañó las piernas mientras lloraba. Relata que tiene pocas amigas, y una, su mejor amiga, hace poco dejó de hablarle. Cuando esto sucedió, Kitty se puso muy triste, lloraba mucho y se aislaba. Sus padres piensan que sus mejores amigas la dominan y controlan al igual que su prima, mayor que ella.

Con su hermano, cuatro años menor, tiene muy buena relación, lo cuida y lo ayuda, pues piensa que sus padres no le hacen caso. En una ocasión, cuando se percató de que el hermano olía a sudor, lo acompañó a comprar un desodorante y le explicó que como estaba creciendo, ahora tenía que usar desodorante.

Una de las angustias principales de la paciente gira en torno a su salud física, ya que en la familia del padre se padece de una enfermedad del aparato músculo-esquelético que requiere, cuando se expresa, de ser intervenida quirúrgicamente para no afectar la movilidad, pero no es mortal ni degenerativa. En su familia la padecen el padre, algunos hermanos de este y una prima, hija de una hermana del padre, ya que dicha enfermedad se da por transmisión materna. Kitty y su hermano,  hasta el momento, no la padecen. Yo le pregunto:

Tx: ¿Qué imaginas que te puede pasar si la padeces?

Px: Como pensar que no me toquen porque me rompo, o también, ¿por qué yo? Mi madre me dijo que ella tenía miedo de tener hijos, no quería, pues temía que padecieran la enfermedad.

Moses Laufer, en su articulo: Psicosis en la adolescencia: ¿realidad o ficción? Define el intento suicida como:… “intención consciente de estar muerto como resultado de la acción y no de las fantasías de matarse o dañarse, pero sí el asumir que uno esta muerto como resultado de la acción”. Kitty, frente a una realidad externa en extremo frustrante y poco gratificante, reacciona, ante las pérdidas, con una manifestación de derrumbe mental, define Laufer.

 Para Asbed Aryan, el duelo, a diferencia de la depresión y melancolía, implica en la adolescencia un trabajo psíquico ante la pérdida del cuerpo infantil que al mismo tiempo debe incluir una búsqueda de un substituto, el advenimiento de algo nuevo que en el caso de Kitty representa ese cuerpo erógeno que de paso a nuevas elecciones de objeto de amor y sexuales para posicionarse frente al otro como mujer que renuncia a la endogamia familiar para construir nuevos caminos. Sin-embargo, y ademas de este momento de duelo adolescente, me surgen dudas en torno a especificidades como: la intensidad del investimento agresivo frente al objeto perdido que puede ser un contenido desorganizante para el Yo; una cualidad melancólica del duelo.  

Otra característica que genera duda es la descarga pulsional de satisfacción inmediata como un acto no simbolizado y frente al cual Kitty duda sobre su causalidad: triste, enojada o querer llamar la atención. Logra reconocer, a manera de auto-observación super-Yoica, estos “acting- out” en ella, como desbordes mentales en acto, diría yo, pero que ella manifestaba en tratamiento como intensa angustia que la impulsaba a hacer actos de riesgo, de daño o de dolor ante ella misma o, en particular, frente a su madre. Refiere por ejemplo: escaparse por la noche de casa sin dar explicación alguna. Ella evoca en terapia como inician estas conductas en la pubertad, ya que de niña solo temía a los golpes de su madre y se paralizaba.

Su padre, quien no objetaba el comportamiento de su esposa, solo se dirigía a Kitty de manera particular y seductora tratando de reconciliarla con su madre  y pidiéndole se disculpara con ella. Era incapaz de asumir la castración e instaurar la ley paterna; de esta manera validaba la posición parental fálica de dominio y control absoluto frente a lo cual no quedaba nada por hacer. Pensaría Kitty, me pregunto: ¿tal vez muriéndome? Eso dictaba en algún momento mi contra-transferencia.

 Aryan, en relación a las situaciones de duelo adolescente, comenta: “la idea de asociar la adolescencia con situaciones de duelo, implica connotar la posibilidad de cambio y enriquecimiento. Todo cambio impone una exigencia de trabajo psíquico. Cuando este trabajo es necesario para aceptar la pérdida de algo valorado o amado, en pos de encontrar un sustituto, lo llamamos duelo”. De esta manera relaciona la idea de cambio al concepto de duelo. Al pensar en el desborde de Kitty como intento fallido de construcciones propias, pienso en una organización narcisista de la mente que requiere trabajar sobre convicciones y certezas sobre su “si mismo” y en particular sobre su imagen corporal como referentes del ideal del yo. Un trabajo psíquico en torno a significaciones del objeto  para favorecer contenidos de integridad y autoestima.

Mas adelante, en relación al duelo, continua:…“Se hace necesario no sólo respecto del objeto perdido, sino también para que el Yo rescate sus partes incluidas en este objeto, por las fantasías tanto conscientes como inconscientes ligadas a el, y no quede empobrecido”. Kitty, había hecho suya, vía la identificación, la fantasía de su madre aún y cuando ella sabia que la transmisión de la enfermedad era por vía materna. Un si-mismo, que nos remite a un Yo frágil, un cuerpo no como unidad, sino como un cuerpo enfermo que fácil perdía el control y quedaba imposibilitado frente a lo pulsional  tanto sexual como agresivo. Algo muy lejano a la experiencia erógena de satisfacción como resultado de su pasaje a la adolescencia. Mi paciente vivenciaba una fatalidad que le traería el rechazo de todos: amigas, primas chicos, novio etc. En mi contra-transferencia yo imaginaba un personaje tipo “fenómeno de circo”.

El curso del proceso transferencial proporcionó la clave de ese desborde: la búsqueda de un apoyo para ella en su proceso de cambio. Desde los primeros meses de tratamiento, el padre, apoyado por el silencio de la madre, continuamente hacía llamadas telefónicas para solicitar orientación o informar sobre su hija; llegó a presentarse a las sesiones él solo, con el pretexto de que mi paciente estaba en exámenes y se quedó estudiando. Poco a poco fue necesario contener a los padres a fin de crear para Kitty un espacio propio en el setting analítico, no sólo físico sino psíquico.

 Para mi paciente, la observación de su mundo interior, representado en un cuerpo de cualidad enferma y desarmable, justificaba su afecto de tristeza y los actos violentos y autodestructivos. En el transcurso de tres años de tratamiento se sucedieron varios de estos actos, en particular cuando había intrusiones parentales en nuestro vínculo transferencial y ella era incapaz de mostrarse necesitada de este y  defender un espacio propio.

En el primer evento autodestructivo, que ya no implicó un acto de perder la vida, Kitty me reclama que ese espacio terapéutico no es de ella, es de sus padres. Aquí, me permito abordar la importancia de expresar su propia necesidad haciendo suyo el espacio y no de sus padres. Empezaba a aparecer la posibilidad de violentarse conmigo, abandonando el tratamiento, como según ella me amenazaba.

  En el transcurso de la terapia, y hoy que lo reedito, cada vez mas me inclino a pensar que Kitty vivía una crisis depresiva del adolescente, como define Braconnier, según Aryan. Una secuencia ansiedad (vía acting out) y síntomas depresivos como estado de crisis. Conflictiva de dos modos de relaciones objetales, llevando una sobre el objeto a perder, más narcisista y endogámico y la otra, sobre el objeto a investir, erótico y exogámico. Trabajo de transformación, de ese lazo de apego al amor original, evidenciado en el trabajo transferencial. Esto fue un elemento significativo así como la movilidad de la crisis depresiva. La posibilidad de trabajar sus angustias traducidas en actos no simbolizados nos llevo a su conflictiva edípica, en particular  desde la época de narcisización al amor del objeto original. El grado de adecuación de sus defensas, cada vez menos primitivas y su relación con el objeto perdido, me sugieren un estado de crisis que vía el acting dio pie a un proceso psicoterapéutico psicoanalítico que evolucionaba hacia la vida.. Me gustaría saber que es hoy de ella.  

Bibliografía.

Aryan, A. (2021) Duelo, depresiones y melancolía en la adolescencia. En Aryan, A y Moguillansky, M.: Clínica de adolescentes. Teseo, Buenos Aires, 2009

Flechner, S. ( 2008) Pacientes adolescentes en riesgo: Un desafío para el analista. En: Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, Vol. 8/2008, p..126. Premio FEPAL.

Laufer, M. (1996): Entendiendo el suicidio: ¿tiene un significado especial en la adolescencia? En: n/A ,1996, 9

Laufer, M Psicosis de la adolescencia: ¿realidad o ficción? En Revista Uruguaya de Psicoanálisis ( En línea) (69), 1989. www.apuruguay.org


 

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