La sexualidad: una representación, una construcción, una diferencia anatómica

Helga Korkowski Pless
La consideración de la sexualidad [y el complejo de Edipo] son los contenidos principales del psicoanálisis y los fundamentos de su teoría, y quien no esté en condiciones de adherirse a esos principios no debería contarse entre los psicoanalistas.
Freud, S.
¿Acaso no es la sexualidad un tema fundamental en la conservación de la especie? Freud señalaba que “la sexualidad es la única función del organismo vivo, que rebaza al individuo y procura su enlace con la especie”.
De haberse quedado Freud pensando en la sexualidad como genitalidad, posiblemente no sabríamos mucho del comportamiento humano. El mérito de Freud fue que en una época donde la sexualidad estaba aún muy anudada a un mundo ignorante y prejuicioso logró, por un lado, darse cuenta que la sexualidad atraviesa todos los ámbitos de la actividad humana y por el otro, romper con una tradición epistemológica de abordar este fenómeno, creando un edificio de conocimientos nuevos que le permitió entender la sexualidad desde otro lugar totalmente diferente. Pasó del ámbito de la biología, de lo genital, al ámbito de la metapsicología, edificándose sobre los pilares de la pulsión, la libido, el apuntalamiento, la bisexualidad, haciendo de esto la esencia misma de la actividad humana. Con ello, a finales del siglo XIX rompe con los amarres del concepto sexualidad, transformando la historia de la sexualidad en Occidente, dando acceso a que se mirara y pensara de otra manera: “lo sexual no es genital, ni tiene que ver con la reproducción”.
Este movimiento epistemológico estuvo avalado por la experiencia clínica basada en la escucha de sus pacientes. Tal método le permitió obtener información muy valiosa que enriqueció su teoría sexual.
Había llegado el momento, nos dice Freud, en que se podrían someter a exploración científica también los problemas de la vida sexual humana.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas, pues este nuevo punto de vista de la sexualidad generó serios debates en el movimiento psicoanalítico internacional, provocando inclusive la ruptura definitiva con algunos amigos y colegas cercanos como, por ejemplo, Carl Gustav Jung, Alfred Adler y Josef Breuer.
Fue tal la controversia que generó esta nueva postura de Freud que en su trabajo Psicología de las masas menciona cómo el gremio médico le insistió en que cediera a la palabra y la cambiara por erotismo, a lo que él responde: “primero uno cede en las palabras y después, poco a poco, en la cosa misma”.
Mi hipótesis es, que hay dos preguntas cuyas respuestas podrían arrojar luz al complejo tema de la teoría sexual. ¿Freud define sexualidad? y ¿desde dónde Freud habla de sexualidad?
Veamos la primera pregunta: Freud no define sexualidad como tal, al menos eso parecería, en cambio dice dónde encontrarla, cuándo aparece, dónde se apuntala, dónde se edifica, cómo se observa en la clínica. Freud nombra el concepto y lo anuda al origen psíquico. Tiene una idea de sexualidad a la que nunca renunció, no obstante establece que “no disponemos todavía de un signo universalmente reconocido que permita afirmar con certeza la naturaleza sexual de un proceso”; a lo que Laplanche señala que “en psicoanálisis, todo lo que puede decirse es que existe una energía sexual o libido, de la cual la clínica no nos da la definición, pero nos muestra su evolución y su transformación”.
Esto me lleva a la segunda pregunta, para ello tenemos que partir de la base que la noción de sexualidad es el edificio conceptual sobre el que se edifica la doctrina psicoanalítica.
En 1885 Freud escribe una obra muy importante para el psicoanálisis: Proyecto de Psicología, publicado póstumamente en 1950. En este trabajo, Freud anticipa los conceptos de lo que más tarde será su teoría sexual, habla del principio de inercia y el de constancia, principios que son atravesados por la sexualidad, por el otro no sabido.
El principio de inercia [das Prinzip der Trägheit] aclara en primer lugar la estructura bipartita de las neuronas, en motoras y sensibles, como una organización para neutralizar la recepción de cantidad por la descarga [Quantitätsaufnahme durch Abgabe aufzuheben].
El movimiento reflejo se entiende ahora como modo constante [feste Form] de esta descarga [Abgabe]. El principio de inercia da el motivo para el movimiento reflejo.
[…] Con esto existe en general una proporción entre cantidad de excitabilidad y el esfuerzo necesario para la fuga del estímulo, de tal manera que con esto no se interrumpa el principio de inercia [Trägheits-Prinzip]. Sólo el principio de inercia será atravesado [durchbrochen] desde el inicio [von Anfang], por otra relación [durch ein anderes Verhältnis].
En este párrafo aún no menciona el principio de constancia como tal, pero ya está hablando de que “el principio de inercia será atravesado por otra relación”, i.e. la sexualidad, representada por el auxiliador externo, como podría ser la madre. Sin embargo, la primera vez que Freud (1905) menciona al otro como objeto, que nos da la posibilidad de ser, de tener un psiquismo, es en Tres ensayos de teoría sexual en una nota a pie de página: “esto siempre y cuando exista otro”. De ahí que Laplanche posteriormente mencione que es el otro el que pulsa —Freud dirá que atraviesa—. Al atravesar, se instaura la sexualidad. Es decir, ésta aparece cuando la madre, tras haber dado de comer al bebé, se retira y queda representado su seno. En ese momento el instinto, cobijado por la condición de desamparo en la que nace el sujeto, queda apuntalado con la representación del seno y se vuelve pulsión, de tal manera que cuando el bebé vuelve a llorar el seno ya está representado. Es ahí, decíamos, donde irrumpe la sexualidad, en el momento del primer contacto con el seno, cuando la madre se coloca atravesando entre el principio de inercia y el principio de constancia. Esta madre (auxiliador) que auxilia en la condición de desamparo, posibilita el surgimiento de lo sexual, de la libido, del amor. Tales son los orígenes de la aparición de la sexualidad y de la relación de la madre con el bebé. Es importante notar que el apremio de la vida se impone sólo porque hubo satisfacción. Siendo así, se ha logrado instaurar el principio de constancia. La melancolía (del seno) es la línea conductora de la existencia de la humanidad, pues gracias al éxito de este instante se puede hacer cultura.
Freud logra hábilmente construir su edificio conceptual de la formación del aparato psíquico, donde inicia un fino deslinde de la parte biológica para ir incursionando en el mundo de la psique, del inconsciente. Como sea, quedan muchas cosas por notar. Una de ellas es la diferencia entre instinto [Instinkt] y pulsión [Trieb]. Para Freud el instinto está del lado del principio de inercia y la pulsión del de constancia. Esto nos lleva irremediablemente a la parte I del Proyecto que en el apartado 11, La vivencia de satisfacción, dice:
El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante ayuda ajena [fremde Hilfe]: por la descarga sobre el camino de la alteración interior, un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento [Verständigung] y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales.
Observaremos que es un momento en el cual Freud propone la diferencia entre pensar el instinto y pensar la pulsión como sexual. El asunto del auxiliador es una operación donde ya está involucrada la vivencia de satisfacción, ya es una representación.
Sabemos que el instinto se encuentra en el bebé pero finalmente el otro lo atraviesa y es en este momento que se instaura la subjetividad. Si el bebé no es pulsado —es decir, el acto de convertir el instinto en pulsión—, quedará atrapado en el proceso de inercia que, eventual e inevitablemente, lo llevará a la muerte. El bebé debe poder tolerar la reserva de cantidad para satisfacer las demandas de la acción específica; de no ser así, no saldrá del autoerotismo. Freud (1915) en Pulsiones y destinos de pulsión plantea dicho evento como el concepto límite entre el cuerpo y la psique, que ocurre desde la experiencia de dolor y la de satisfacción que cubre al dolor.
Pero ahí no queda la cosa. Ahora ingresan en escena el fantasma, el deseo, la pulsión, la libido, la bisexualidad, el apuntalamiento, etc., pues el aparato psíquico ya se echó a andar.
Para entender esto y poder hablar de la sexualidad en psicoanálisis, es necesario revisar otro texto central en la obra de Freud, que es su escrito Tres ensayos de teoría sexual (1905). Aquí Freud describe la pulsión sexual en particular: es la sexualidad la que representa el modelo de toda pulsión y probablemente la única pulsión en el verdadero sentido del término. Aunque es cierto que después de 1920, Freud propone y sostiene una teoría que engloba dos tipos de pulsiones y vincula a la sexualidad con Eros —esa fuerza biológica cósmica—, varios autores entran en contradicción con el autor.
Lo importante de Tres ensayos es que confronta los mitos que la cultura ha creado sobre la sexualidad: ese concepto de que la sexualidad es un instinto que nace en la pubertad y que tiene como objeto una persona del sexo opuesto y como acción especifica, el coito heterosexual pero creativo, de preferencia legalizado y bendito. Estos conceptos, fuertemente respaldados por las universidades, la moral, la iglesia, la educación, el Estado y el derecho, son sobre los que se basa la visión Occidental de sexualidad. Sin embargo, en este trabajo Freud toma a los perversos y a los niños como dos instancias de observación para descubrir que la sexualidad en realidad es una pulsión y más que eso, un haz ramificado de pulsiones parciales. No se trata de un instinto.
Dicho haz ramificado de pulsiones parciales está ligado a distintas zonas erógenas del cuerpo, preferentemente orificios de entrada, mucosas, órganos de los sentidos, tal vez toda la superficie corporal. Este haz tiene otras cualidades: autonomía relativa en cada una de estas zonas y sumación reciproca exitatoria. Al nacer el bebé, ya tiene este haz ramificado de pulsiones parciales. Ser el objeto de satisfacción es lo más variable de la pulsión, y la finalidad de las pulsiones es la descarga. En el periodo del desarrollo humano la sexualidad se da en dos tiempos: el primero que abarca hasta la latencia (de 0 a 5 años) y el segundo que es la pubertad. Hay entre ambos un período que se ubica en el sepultamiento del complejo de Edipo y la entrada del niño a la escuela. Lo que interesa a Freud es definir que no hay un patrón de sexualidad innato normal, que la sexualidad tiene que ser moldeada por la cultura y es reprimida en general, que las pulsiones parciales pregenitales sirven para el placer previo del acto sexual adulto normal y que esto sería, en términos ideales, la integración de toda la sexualidad en el hallazgo de objeto en la pubertad. No obstante, en las perversiones podemos encontrar la actuación relativamente independiente de una de estas pulsiones parciales cuyo objetivo no es genital, ni la descarga genital, sino la gratificación de alguna de las pulsiones parciales como ver o ser visto, incluso el sadismo y el masoquismo. ‘Los invertidos’, como él los llama, que en realidad son los homosexuales, así como los fetichistas, son ejemplos de esta perversión. Freud llama perversión a toda gratificación que no desemboca en el coito heterosexual.
Él descubre que los niños y los perversos se parecen. Con esto no está diciendo que los niños sean perversos, sino que la sexualidad es polimorfa y perversa en su esencia : “esa presunta constitución que exhiben los gérmenes de todas las perversiones sólo podrán rastrearse en el niño […] los neuróticos han conservado el estado infantil de su sexualidad o han sido remitidos a él […] estudiaremos el juego de influencias en virtud del cual el proceso de desarrollo de la sexualidad infantil desemboca en la perversión, en la neurosis o en la vida sexual normal”. Decimos que es polimorfa porque no está ligada a un objeto específico de descarga, que puede ser una zapatilla, un guante, un muñeco, la mano o una persona del mismo sexo: “bajo la influencia de la seducción el niño puede convertirse en un perverso polimorfo, siendo encaminado a practicar todas las transgresiones posibles. Esto demuestra que en su disposición trae consigo la aptitud para ello”. El autoerotismo quedó confirmado desde el chupeteo, cuando el bebé, tras saciar su hambre, se chupa el dedo o los labios. La masturbación es una forma de autoerotismo que en el adulto se ejerce en la zona genital. Las pulsiones parciales tienen como tendencia el autoerotismo y cuando se utilizan otros objetos para satisfacerla se denominan acciones perversas. Lo que interesa a Freud en Tres ensayos es decir que la sexualidad es un haz ramificado de pulsiones parciales, que aceptan demora con cambio de objeto, que se suman recíprocamente, que pueden ser sublimadas y que son constitutivas al ser humano. Por eso llamó a la sexualidad polimorfa y perversa.
Para entender una perversión se necesita estudiar el yo, el ello y todas las vicisitudes del complejo de Edipo: “la indagación analítica ha podido mostrar, hasta ahora en casos aislados, que también la perversión es el saldo de un desarrollo hacia el complejo de Edipo, tras cuya represión reaparecen los componentes de la pulsión sexual que en la disposición del individuo eran los más fuertes”.
Los Tres ensayos por sí mismos, no explican una perversión. Para entender clínicamente ésta, desde Freud, habría que leer Fetichismo (1927), así mismo, sobre la escisión del yo en el proceso defensivo, Pegan a un niño (1919). En Tres ensayos, Freud al postular que la sexualidad de suyo es polimorfa y perversa, dice que la neurosis es el negativo de las perversiones porque la misma sería el intento de establecer distintos niveles de defensa contra las pulsiones perversas. Si no hubiera defensas ya no sería el negativo de la perversión, sino la perversión misma. Por ejemplo, en el obsesivo, la pulcritud, la excesiva limpieza y sus rituales, pueden ser formaciones reactivas frente a tendencias sádico-anales de la libido, que si se manifestaran directamente ya no describirían un obsesivo sino un perverso. En ese sentido la neurosis es el negativo de la perversión. Esta es una manera de decir que los síntomas son formaciones de compromiso entre tendencias e impulsos inconscientes y las formaciones defensivas del yo que se dirigen para impedir su descarga directa. Por ello, también dice, los síntomas son descargas substitutivas de estas pulsiones parciales. Tres ensayos nos ayuda para entender las bases pulsionales de la perversión, pero faltaría hablar de los trastornos narcisistas en el perverso y de las malformaciones yoicas, todo esto a la luz de las vicisitudes del complejo de Edipo que Tres ensayos parece no tocar. Freud ya había hablado del complejo de Edipo en la Interpretación de los sueños (1900), donde pide que presupongamos que todo este haz ramificado de pulsiones parciales, que es la perversión, está dirigido a la madre y al padre y que, por eso, en el yo y el ello va a poder hablar abiertamente de un Edipo positivo y uno negativo.
Resumiendo, Freud dice que una sexualidad es perversa cuando no desemboca como punto final en el coito heterosexual. Si desemboca en la masturbación, aunque el objeto sea heterosexual, es perversión. Sin embargo, esto no quiere decir que no pueda haber una sexualidad normal donde haya masturbación. Por supuesto los cánones de normalidad son amplísimos. Es difícil decidir cuándo empieza la perversión: “en ninguna persona sana faltará algún complemento de la meta sexual normal que podría llamarse perverso, y esta universalidad basta por sí sola para mostrar cuán inadecuado es usar reprobatoriamente el nombre de perversión”. En el campo de la vida sexual “se tropieza con dificultades particulares, en verdad insolubles por ahora, si se pretende trazar un límite tajante entre lo que es mera variación dentro de la amplitud fisiológica y los síntomas patológicos”. Por ejemplo, si es necesario un exceso de voyerismo y exhibicionismo que desemboca en el coito heterosexual, entonces no se puede hablar de perversión. Pero si solamente se busca el exhibicionismo como fin último de gratificación, entonces es perversión: “la extraordinaria difusión de las perversiones nos forza a suponer que tampoco la disposición para ellas es una rara particularidad, sino tiene que formar parte de la constitución juzgada normal”.
Como la cultura no ha determinado que las actividades sexuales infantiles sean permitidas, son consideradas perversión. Recordemos que la definición de perversión no es biológica sino que está dada en función de la cultura. Esta postura es muy defendida por los del movimientos del poder gay, que dicen que la heterosexualidad es un prejuicio de la cultura judeocristiana porque los griegos practicaban la homosexualidad en forma aceptada y desde esa perspectiva no era considerada perversión; los perversos son entonces, los heterosexuales. Pero para la definición de Freud, basta pensar en ese haz ramificado de pulsiones parciales que quedan como placer previo a una segunda fase, que es el placer de descarga con un objeto heterosexual; eso sería la sexualidad no perversa. Pero en sí es polimorfa y perversa, porque aunque haya primacía genital participan las otras zonas erógenas, como vimos: la boca, el ano, los órganos de los sentidos y todo el cuerpo en general.
¿Por qué lo compara con la sexualidad infantil? Porque en la sexualidad infantil no es un placer de descarga genital, sino que la sexualidad infantil es un placer masturbatorio, es autoerótico: “en la niñez la pulsión sexual no está centrada y al principio carece de objeto, vale decir, es autoerótica” y se ve claramente cómo funcionan las zonas erógenas en forma independiente, el voyerismo. En el perverso puede ser autoerótico y puede deberse a un objeto, pero se observa quizá con más nitidez cómo está operando esa pulsión parcial infantil instrumentada genitalmente en un adulto. Es una pulsión parcial infantil, por ejemplo, el que un adulto necesite vestirse de mujer para poder tener relaciones homosexuales. ¿Cuál sería la finalidad en el infante? ¿La descarga? No, puesto que en el infante no hay descarga porque no hay maduración genésica, sino placer exitatorio de las pulsiones parciales, que puede durar horas. ¿El énfasis estaría entonces en el placer exitatorio y no en el objeto? Una vez más no, puesto que el énfasis debe darse en el objeto para poder hablar de perversión. Esto “nos llevó a comprobar que este temprano florecimiento de la vida sexual infantil (de los dos hasta los cinco años) hace madurar también una elección de objeto, con todas las ricas operaciones anímicas que ello conlleva”. ¿Pero entonces, qué está comparando Freud entre el infante y el perverso? Compara las pulsiones parciales pregenitales: la pulsión de ver, la pulsión de apoderamiento, la zona erógena anal, la sexualidad de la zona oral, la masturbación y no olvidemos, el sadomasoquismo.
Lo que determina que la sexualidad desemboque en una perversión o siga el curso que la cultura comúnmente define como normal, depende de la estructura y de las fantasías de los objetos que interactúan con el niño en el tránsito por el complejo de Edipo. “No pudimos precisar la medida a partir de la cual las prácticas sexuales de la infancia dejan de ser normales y se vuelven perjudiciales para el desarrollo ulterior […] la experiencia nos permitió comprobar que influencias externas como la seducción pueden provocar intrusiones prematuras en el período de latencia hasta llegar a cancelarlo y que en tales casos, la pulsión sexual del niño se acredita de hecho, como perversa polimorfa”. Si las fantasías edípicas de los padres o las fantasías incestuosas predominan más de la cuenta y fracasan en instaurar una represión común, se va a favorecer el desarrollo de una perversión.
Entonces, lo que se llama troquelado de la cultura está, en realidad, a cargo de la acción educativa de los objetos reales externos y del mundo interno fantasmático de esos objetos, o sea, la estructuración interna en relación al complejo de Edipo que tiene cada padre va a determinar la estructuración de ese hijo dentro de ese complejo de Edipo. No sólo son conductas observables las que entran en juego, sino la interacción de fantasías que los mismos padres introducen y hacen jugar en el niño: ”la pulsión sexual tiene que luchar contra ciertos poderes anímicos en calidad de resistencias […] estos poderes han contribuido a circunscribir la pulsión dentro de las fronteras consideradas normales y que si se han desarrollado temprano en el individuo, antes que la pulsión sexual alcanzara la plenitud de su fuerza, fueron justamente ellos los que marcaron la dirección de su desarrollo”.
Después del periodo de latencia, el sujeto tiene que buscar un objeto externo que sea el objeto de la pulsión, pero éste es en realidad el objeto perdido en el inconsciente que nunca se reencuentra y que, en palabras de Freud, es un reencuentro fantaseado.
Nunca se puede volver a formar la relación original, pues siempre es una metáfora substitutiva. Para el homosexual el pene de la pareja es el pecho de la madre. Obtiene satisfacción oral con el pene de la pareja como con el pecho de la madre.
Para Freud la perversión no está determinada por fantasear el regreso al objeto perdido, sino por no aceptar la castración de la madre, o sea, pensar que se puede tener, poseer, el falo de la madre. El fetiche es el falo de la madre: “en la elección del fetiche se manifiesta la influencia persistente de una impresión sexual recibida casi siempre en la primera infancia”. El homosexual piensa que está con la madre con falo, el exhibicionista es la madre que enseña el falo. La base para entender la perversión en Freud está en su artículo sobre Fetichismo, donde dice que para que haya una perversión estructurada se necesita la presencia de la Verleugnung (desmentida), en virtud de la cual la creencia subsiste después del repudio, o sea, la renovación junto con una escisión del yo.
Finalmente, la teoría freudiana de la sexualidad estriba justo en el hecho de que no consiste en una estructura previa, sino que ésta se va a ir formando en la medida que la historia individual del sujeto vaya transcurriendo. Desde el Psicoanálisis la sexualidad infantil será una forma sexual inconsciente que toma la pulsión sexual antes de la pubertad y durante los primeros años de vida y que se organizará alrededor de la cuestión del falo siendo perversa y polimorfa. ¿Cómo salir de la sexualidad inconsciente? Y aquí entramos al ámbito de la clínica: Freud en su artículo “Pegan a un niño” dice: “ …una fantasía que emerge en la temprana infancia…y que se retiene para la satisfacción autoerótica, sólo admite ser concebida como un rasgo primario de perversión…uno de los componentes de la función sexual se habría anticipado a los otros en el desarrollo, se habría vuelto autónomo de manera prematura, fijándose luego y sustrayéndose por esta vía de los ulteriores procesos evolutivos, al mismo tiempo, atestiguaría una constitución particular, anormal de la personaa…una pervesrión infantil no necesariamente dura toda la vida” de hecho, “…puede caer bajo la represión, ser sustituida por una formación reactiva o ser trasmudada por una sublimación.” Si estos procesos faltan, nos dice Freud, la perversión se conserva en la madurez y siempre que en el adulto hallamos una aberración sexual (perversión, fetichismo, inversión) tenemos derecho a esperar que la exploración anamnésica [rememoración] nos lleve a descubrir en la infancia un suceso fijador de esta naturaleza.
Es decir, entonces, que la libido en el niño no está organizada como puede estarlo en el adulto, que no se observa en él un primado de la genitalidadd. Freud nos dice, que tanto para el niño como para la niña existe un primado del falo y si este no es reducible en la sexualidad humana al órgano masculino, es porque representa el eje alrededor del cual se anuda la cuestión del deseo con la de la castración. No olvidemos que en el Psicoanálisis es central el cómo el niño depende del fantasma a lo que Freud llamó teoría sexuales infantiles. Estas teorías que cada niño se elabora desde el preguntarse: de dónde vienen los niños, lo qué hacen los padres detrás de la puerta cerrada, etc. Y que constituyen el fondo inconsciente de nuestro saber sexual.
Cabe anotar lo que alguna vez escribió Diderot en Le neveu de Rameau, traducido al alemán por Goethe: “Si el pequeño salvaje fuera abandonado a sí mismo, conservara toda su imbecilidad y sumara a la escasa razón del niño en la cuna, la violencia de las pasiones del hombre de treinta años, retorcería el cuello a su padre y se acostaría con su madre”. Por ello, es tan importante entender que la sexualidad es la única función del organismo vivo que rebasa al individuo y procura su enlace con la especie.
Si bien Élisabeth Roudinesco menciona, que Freud con su nueva concepción demostró que la sexualidad era tanto una representación o una construcción mental como el lugar de una diferencia anatómica, finalmente el saber esto, en sí mismo, tampoco resuelve la forma cómo la vivimos, la entendemos y la resolvemos. Pero, con Benedetti: “Tratemos por lo menos de engañarnos como si el buen amor fuera la vida”.
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CITAS
1) Freud, S. (1917[1916-17]). 26° conferencia. La teoría de la libido y el narcisismo. En OC, 16, pág.376.
2) Freud, S. (1917[1916-17]). 21° conferencia. Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales. En OC, 16, pág. 293.
3) Freud, S. (1912). Contribuciones para un debate sobre onanismo. En OC, 12, Amorrortu Editores, pág. 253.
4) Freud, S. (1921). Psicología de las masas. En OC,18, Amorrortu Editores, pág. 87.
5) Ver artículo: Korkowski, H. (2010[2008]). Antecedentes de la teoría sexual, y la sexualidad…¿dónde está? En prensa.
6) En Pegan a un niño, Freud menciona que hay tres posibilidades como salidas de la sexualidad inconsciente:
la represión, la formación reactiva (no hay formación reactiva que no sea efecto de lo reprimido) y la sublimación (Pág. 179 Tomo XVII-Amorrortu). Las tres, obviamente tienen que ver con la cultura pero son muy frágiles, por eso es que dice Freud que la civilización se sostiene sobre algo muy frágil que a cada rato se rompe, ya que estos tres son mecanismos, que pensados así como si fuesen defensivos, son defensivos contra la sexualidad inconsciente. Por eso dice, que la cultura es la sirvienta de lo pulsional inconsciente.
7) 1905. pág. 156.
8) En la traducción de Amorrortu dice ‘descaminado’, pero en el texto original dice ‘verleitet’ que se traduce como encaminado o inducido a…
9) Ibid. pág. 173.
10) Ibid. pág. 156.
11) Idem
12) Idem
13) Idem
14) ibid. pag. 213.
15 Idem
16) Ibid., pág. 214.
17) Ibid. pág. 147.
18) Ver: Laplanche, J. (1970). El orden vital y la génesis de la sexualidad humana en Vida y muerte en psicoanálisis (2ª ed.). BA, Arg.: Amorrortu Editores.
19) El artículo que mejor lo reseña es el de Octave Mannoni, “Ya lo sé, pero aún así…”, en su libro La otra escena.
20) Tomo XVII, pàg. 179
21) Guión escenico imaginario, conciente (ensoñación), preconciente o inconciente, que implica a uno o varios personajes y que pone en escena, de manera más o menos disfrazada, un deseo. (Chemama)