La sombra de la pandemia.
A finales del año pasado, todo parecía marchar muy bien en nuestra sociedad capitalista occidental, China a pesar de su situación geográfica, formaba parte de este panorama, siendo el segundo país capitalista del mundo. Mr. Donald Trump se había retirado escandalosamente de la preservación de nuestros polos, y no se unió al Acuerdo de París que establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas a efectos del Calentamiento Global, lo que hacía patente su desinterés por la protección del planeta. Parecía que para los norteamericanos sólo era de interés multiplicar su capital. Todo se veía un poco alarmante, pero no había despertado mucha alharaca su política, en pro de la destrucción de la naturaleza. Los organismos internacionales habían protestado, pero no parecía que la cuestión iría más allá de las palabras.
De hecho, nuestra cultura venía centrándose en las palabras desde el estructuralismo y aceptábamos con impiedad que nuestro mundo estaba hecho privilegiadamente de las relaciones del hombre consigo mismo a través de lo simbólico y lo imaginario. Lo real, aparecía en palabras de Lacan como lo imposible, estaba ahí, pero no acabábamos de saber cómo, seguíamos siendo kantianos en pleno siglo XXI.
Sin embargo, a finales de 2019 en la provincia de Wuhan en China apareció en los mercados insalubres típicos del folklore local, un virus si no bien del todo nuevo, pues sabemos que está relacionado con el virus SARS – 1 (Severe acute respiratory syndrom 1), podría denominarse SARS – 2, pero ha terminado por adoptar el nombre de Coronavirus – 19.
Esta pandemia se nos presenta como una catástrofe que ha violentado y puesto en peligro el mundo tal y cómo lo conocemos. Es lo Real tomándose revancha de nuestro mundo de ideas, haciéndonos venir a la memoria la peste negra de la Edad media y la gripe española de principios del siglo XX que se habría llevado a Sophie Freud la hija favorita del profesor.
Es un virus particular, que no reconoce del todo el sistema inmunitario y que ignora nuestra medicina moderna, condenándonos a parar nuestras actividades, a intentar relajarnos en nuestro aislamiento y flotar como si estuviésemos en la bañera. Es una situación extraña, la sociedad capitalista nos venía incitando a competir y desarrollarnos en la extimidad, no había imposibles para el deseo. Se hablaba de que sólo por luchar por las cosas, éstas se podrían obtener y los cursos de autosuperación se vendían como fresas. El establishment nos trataba como mulas de carga y se nos integraba a un sistema que nos vendía el pensamiento de que un día no muy lejano, seríamos sustituidos por la máquina y la inteligencia artificial.
Hoy estamos reducidos al silencio y la soledad, a la intimidad y la renuncia. Somos víctimas de una castración no buscada que proviene del registro de lo Real. El virus nos avienta en cara, la verdadera minusvalía de nuestro ser.
Y no es que el virus esté destinado a borrar a la humanidad del planeta. El mayor número de personas que contagia se hacen inmunes, las cifras de las muertes son mucho menores que el número de infecciones. Pero el problema es que este virus pone en cuestionamiento nuestra economía de mercado, nuestro sistema de salud e incluso nuestro sistema de valores morales. Bill Gates en una conferencia en 2015 ya había anticipado que lo que podría poner en quiebre nuestra sociedad y llegar a matar a más de 10 millones de personas sería un virus, su palabra no fue tomada en serio. En los Estados Unidos de Norteamérica los servicios de salud públicos que habían tenido un repunte durante el gobierno de Obama, han sido atacados y llevados al punto de casi desaparecer durante el reinado de Trump, pues no se considera que la vida de los pobres sea importante de proteger. De hecho, en muchos países del mundo, se ha repetido este triste fenómeno. El virus vino a atacar sistemas de salud en Europa que no estaban capacitados para atender a los pacientes que se presentaban. Los recortes al sistema de salud en Italia fueron nada más que de 37 mil millones de euros en los últimos diez años.
Las primeras imágenes que se nos presentaron de ese país, nos mostraban cómo quedaban fuera de los hospitales los enfermos y cómo se repetía una y otra vez el dilema ético de a quién había que dar un respirador, llevando las cosas al punto más grave de privilegiar a los jóvenes frente a los viejos. Los viejos volvían a perder una batalla que hace rato venían perdiendo en una paradoja de salud que hacía posible darles más años de vida, para luego quitarles ese beneficio en la crisis.
Rusia no parecía entrar a la situación de peligro, un Facebookero mexicano radicado allá, se reía de la crisis mundial exponiendo que en las farmacias de rusas se vendía medicamento contra el virus, y llevando la cámara del celular por el metro y las calles, nos mostraba que no se había tomado ninguna medida para enfrentar al virus. Hoy Rusia es ya el tercer país con más casos, por encima de Italia y el Reino Unido. El número oficial de enfermos en un solo día ha llegado a 11,256 y sólo EUA o España han registrado más casos.
Y ni qué decir de lo que pasa en los países del Tercer mundo, las imágenes de Guayaquil, Ecuador son impresionantes pues se ha llegado a abandonar a los cadáveres en la calle o a usar cajas de cartón como ataúdes. La letalidad del Coranavirus se incrementa con enfermedades que en México son ancestrales, como la diabetes y la obesidad.
Nueva York ha llegado a una tasa de infección en el Bronx de mil 273 casos por cada 100 habitantes. Una ciudad de diferencias sociales y grandes poblaciones latinas, en dónde la gente pobre simplemente no puede quedarse en sus casas, y tiene que salir a ganarse el pan de cada día.
Menciono este panorama para enfrentarlo a nuestro paisaje en la CDMX dónde no tenemos 9.5 millones de personas, sino estamos cercanos a los 22 millones de habitantes. Estos hechos son a los que se enfrentan nuestros jóvenes mexicanos hoy día. Mi generación creció con la esperanza de la revolución y el cambio, hoy día – según Berardi – la subjetividad está confusa, deprimida, y el cerebro político no tiene ya ningún control sobre la realidad. Y entonces viene esta experiencia traumática, este shock que ha sido evaluado por Macron como una situación de guerra. Los países se encuentran aislados, la consigna superyoica es recogerse para protegerme y también a los demás. La salud es ahora el aislamiento, la soledad, lo que crea una paradoja abrumadora.
Es un escenario que atranca límites a los individuos, pero curiosamente no cierra fronteras a la mercadería, puedes recibir si así lo requieres productos de la misma China, ropa, bolsas, artículos electrónicos, refacciones automotrices. No es la muerte del capitalismo como quizá lo hubiera imaginado Zizek sino su mismísimo reforzamiento, el lunes 11 de mayo en Paris se empezaron a abrir tiendas y relajar las restricciones, la gente hizo una enorme cola en Zara sin cumplir las mínimas precauciones, urgidos por comprar blusas y sacos. Todo en un contexto que endurece las diferencias sociales, la gente en las calles de las pequeñas ciudades sale a ofrecer sus productos, a comprar en los mercados y a buscar vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Donald Trump ha difundido hace unas semanas la noticia de que estaba tramitando la compra de una vacuna contra el Covid a un laboratorio alemán, provocando la reacción enérgica de la prohibición de ese movimiento por parte de Ángela Merckel. No parece sensato que un país comprase una patente para el Coronavirus – 19, dejando fuera a los demás países de la tierra, o sometiéndolos a las exigencias mercantiles capitalistas. No puede privar la insensatez sobre la generosidad hacia la humanidad. Es la misma razón por la que ni Jonas Salk o Albert Sabin se atrevieron a patentar sus vacunas contra la poliomelitis, frente a un conflicto es posible también que los seres humanos se unan y sean generosos.
Vivimos una crisis del sistema bursátil y de la economía. Por primera vez, esta situación no proviene de factores financieros o económicos, del juego de la oferta y la demanda. La crisis surge, insisto, del cuerpo: de lo Real que habíamos tratado de borrar con nuestra cultura rápida y furiosa, con nuestro mundo virtual y “las redes sociales”. Según Horvat, el coronarirus, además de reforzar el sistema de la economía neoliberal, refuerza la exclusividad racial, interrumpe la libre circulación de personas, agregaría apoyándome en Foucault, que engrandece el poder del Estado y el control sobre los individuos. En nuestro país, el ejército ha sido oficialmente vuelto a ser puesto en funciones policíacas durante los 5 años siguientes, un trabajo para el que no están capacitados, y sin tener del todo una fiscalización por parte de las autoridades civiles.
¿Finalizará nuestra crisis en junio y volveremos a la normalidad que teníamos? La respuesta es: no. La vacuna no podrá venir tan rápido como lo deseamos. Quizá tarde un año, tal vez más, y tomando en cuenta la mutageneidad del virus, es posible que cambie a tal grado que se convierta después en otra cosa. Quizá esta situación hará posible que modifiquemos nuestra forma de convivir, de enseñar, de movernos y relacionarnos.
Tomemos por caso, la terapia psicoanalítica. Hasta hace unos pocos meses, era un hecho consumado que las críticas hacia el psicoanálisis por videoconferencia, y otros medios como el teléfono, etc constituían la voz de la razón. Y eso a pesar de que Freud realizó un análisis en una buena parte por carta y teniendo como objeto de su transferencia, a un delirante como Fliess.
Hoy la IPA recomienda a sus miembros el uso de la videoconferencia para proteger al paciente y al terapeuta. Eso nos plantea una serie de nuevos problemas. Por supuesto, aún quedan algunos colegas que se niegan a usar estos medios diciendo que se invierte la demanda si llamamos a nuestros pacientes por Facetime o Skype. Que no se trata de una verdadera terapia sino de una conversación. Yo vengo atendiendo desde hace tiempo por videoconferencia, consciente de que hay que adaptarse a un nuevo setting, veo a mis pacientes regularmente cara a cara, es una manera de estar más en cuerpo y compensar la virtualidad del encuentro. Es mejor un análisis con alguien competente a distancia que ir a terapia con alguien cercano sin la preparación o experiencia necesarias.
Me pregunto qué hacen esos colegas de los que hablaba, ahora con sus pacientes. ¿Los mandan a su casa a descansar y les piden que regresen cuando se acabe la crisis del Coronavirus? ¿O acaso van a su consultorio, los tratan en el espacio habitual, tratando de conservar el metro y medio de la sana distancia? ¿No comprenden que los arriesgan y se arriesgan a la pandemia? La tasa de transmisibilidad de una gripe común es de cero punto veintiuno, mientras que la tasa del Coronavirus es de cero punto ochenta. En otras palabras, en el caso de una gripe normal hay que encontrar quinientas personas para contraer el virus, mientras que en el caso del virus corona basta encontrarse con ciento veinte.
¿Cuál será el panorama en México? ¿Qué nos espera en los próximos meses? ¿Serán rebasadas las camas de los hospitales por efecto de la herencia de un sistema de salud incompleto y corrupto? ¿Cuál será la situación de los cientos de miles de inmigrantes que ya no pueden pasar del otro lado y que no tienen derecho al sistema de salud estatal? Viven de manera miserable en cuasi campos de concentración, el problema no se paró en su momento cuando ellos entraron a nuestro país por la frontera sur, ahora están aquí. ¿Qué va a pasar con ellos? Los dejamos entrar, no podemos dejar que se contagien y mueran así nada más.
Otro asunto a considerar es que la falta de distribución de alcohol y cerveza, ha dado lugar a la producción y distribución de alcohol adulterado. En Puebla el día de hoy se han reportado 51 personas muertas, en Jalisco arriba de las 30, víctimas también de la crisis.
También es importante mencionar también a los miles de trabajadores en paro que no han sido asistidos por sus patrones. Me recuerdo en este momento de Alsea, la operadora de las cafeterías Starbucks en México que mandó a sus trabajadores a casa sin pago, en EUA si los cubrirá, aquí administra sus cafeterías pagando miserablemente a sus empleados y desempeñándolos en esta crisis. Es una marca que emociona a la clase media, que se identifica con el trato en segunda persona y la decoración de los tapices, el diseño de los vasos de cartón. Como mexicanos debemos castigar esta marca. O las de las empresas del señor Salinas, dueño de Elecktra o Coppel, que explotan a sus trabajadores exponiéndolos a la muerte, sin interesarles nada más que las ganancias.
Francisco de Roux dice que nos creíamos invencibles, nos sentíamos dioses. Íbamos a cuadruplicar la producción mundial en las tres décadas siguientes. En 2021 tendríamos el mayor crecimiento en lo que va del siglo. Matábamos 2.000 especies por año haciendo alarde de brutalidad. Habíamos establecido como moral que bueno es todo lo que aumenta el capital y malo lo que lo disminuye, y gobiernos y ejércitos cuidaban la plata, pero no la felicidad. Se nos hizo normal que el diez por ciento más rico del mundo, se quedara cada año con el 90 por ciento del crecimiento del ingreso. Habíamos excluido a los pueblos indígenas y a los negros como inferiores. Los jóvenes se habían ido del campo porque era vergüenza ser campesinos.
Cabría añadir que las relaciones humanas se habían ido adelantando cada vez más hacia la banalidad y el goce superficial. El Tinder y otas redes similares, se habían convertido para los adultos mayores en la forma preferente de relación, no había por qué exponer más que el cuerpo en encuentros casuales y pretender que las relaciones sexuales no crean afectos, que el amor es secundario. Muchos usuarios que gozaban de esos privilegios se encuentran hoy paralizados de miedo en sus casas. Aún así en mi ciudad, un grupo de moteles ofrecen a sus clientes hacerles la compra del súper mientras disfrutan de su estancia.
Estamos en una situación insólita que por momentos parece una novelita de Stephen King, como The Stand, La danza de la Muerte. En México los familiares de los fallecidos atacan a los médicos y enfermeras, y no dejan entrar al súper a los uniformados de blanco. La ignorancia y la incultura son la base de estas conductas idiotas. Sabemos poco de cómo opera este mal, lo que sí es verdad que debemos aprender a estar más bien alejados unos de otros, quién sabe por cuánto tiempo.
Es un buen momento para valorar lo que teníamos y quizá no apreciábamos, para resignificar lo que hemos vivido y para volver sobre actividades que habíamos tirado de lado, como leer y escribir.
Les invito a volver sobre la escritura de cartas, hoy es más sencillo escribir y curiosamente se ha vuelto una operación más difícil. Nos negamos a abrir la puerta de nuestro corazón y espíritu para comunicarnos con nuestro semejante. Escribimos de manera complicada, citando los seminarios de Lacan como si se tratasen de las sagradas escrituras. Combinando lo incombinable y pretendiendo que el psicoanálisis es una ciencia fría.
Necesitamos volver sobre nuestros pasos. Quizá esta crisis nos pueda situar en otro lugar, sinceramente así lo espero. Un territorio de más sencillez en nuestra forma de relacionarnos, de más sinceridad, de caída de máscaras y vuelta a los tiempos en que nos importaba menos engañar a los otros.