Por: María Fernanda Valles

 

Desde la biología, para Freud, la vida se da a partir de acciones eficaces, que parten del instinto de autoconservación. Hay un estado natural biológico, cuyo funcionamiento eficiente está encaminado a la conservación de la vida, relacionado con el concepto que Freud introduce de apremio de la vida, orientado uniformemente hacia la reducción de las tensiones de cualquier excitación sensible, así como de los órganos sensoriales superiores, de tal forma que para poder vivir es necesario un equilibrio de energía entre la descarga (principio de inercia) y el resguardo (principio de constancia). (Freud,S. (1895)) Para que esto suceda se requiere de una acción específica, la cual sólo puede lograrse por camin os definidos que el ser humano no puede llevar a cabo por sí mismo en un primer momento de la vida y necesita de un auxilio ajeno que facilite una vía de descarga, la cual cobra así una función secundaria de entendimiento y comunicación.

El auxiliador, a través de una acción específica, permite la desligazón, es decir la cancelación de un estímulo endógeno que resulta en la vivencia de satisfacción. Con esta vivencia surgen las imágenes recuerdo y se inaugura para un sujeto la posibilidad de desear. Ante la acumulación de excitación se percibe un displacer que apunta a la descarga. A consecuencia del principio de displacer el sistema psíquico es incapaz de incluir algo desagradable en el interior de la trama de pensamiento, por lo que no puede hacer otra cosa que desear.

El deseo es capaz de poner en movimiento al aparato psíquico con el fin de reducir el displacer, y ligar el placer con la satisfacción. La disminución de la excitación es sentida como placer. Cuando reaparece el estado de esfuerzo o de deseo, la investidura traspasa sobre los recuerdos y los anima. La imagen recuerdo del objeto es la que se alcanza primero por la reanimación del deseo. Esta primera actividad psíquica apunta hacia una identidad perceptiva, es decir, a repetir aquella percepción que está enlazada con la vivencia de satisfacción. Al no venir la satisfacción, la necesidad perdura y surgirá una alucinación, que tendrá el mismo efecto que la percepción. Sin embargo, la operación psíquica de la alucinación se agota en la retención del objeto deseado, por lo que ante la ausencia del objeto, se hace necesario detener la regresión completa de la imagen mnémica, inhibir la descarga para poder volver a pensar y buscar otro objetos que lleven a establecer, desde el mundo exterior, una nueva experiencia que se acerque a la experiencia de satisfacción. Este proceso psíquico secundario apunta a una identidad de pensamiento.

Freud concibe la psicopatología en función de dos procesos de pensamiento: el proceso primario y el secundario.

Proceso secundario: la razón.

Proceso primario: parte del preconsciente de donde la atención no tiene hilación con el consciente sino con el inconsciente.

Estos pensamientos sufren una serie de cambios que ya no se reconocen como procesos psíquicos normales, ya que frente a la dificultad de tramitar el deseo, hay un retorno de lo reprimido y las estructuras psicopatológicas se van formando por la fuerza impulsora del deseo por cumplir. Este deseo es irreconocible a simple vista, se manifiesta desfigurado, y esto se debe a la influencia de la censura psíquica en su formación. El deseo se ha transportado al síntoma por medio de la condensación, la formación de compromiso, la figurabilidad en imágenes sensibles, las asociaciones superficiales, el encubrimiento de contradicciones y por la regresión. (Freud, 1905) Esta elaboración psíquica anormal de pensamientos ocurre cuando ha devenido la trasferencia de un deseo inconsciente que proviene de lo infantil y se encuentra reprimido.

Los deseos inconscientes pueden percibirse desde las siguientes formaciones psicopatológicas:

1. La condensación o compresión.

La Interpretación de los sueños. Las intensidades de las representaciones son susceptibles de descargarse y traspasan de una representación a la otra. Se forman representaciones singulares de gran intensidad. Cuando este proceso se repite varias veces la intensidad de pensamientos se expresa en un único elemento de representación: la compresión o condensación, y generan una impresión de extrañeza en el caso del sueño. Son cadenas de pensamiento que poseen una gran significatividad psíquica. En este proceso de condensación todo nexo psíquico se traspone a la intensidad del contenido de representación. El trabajo de condensación alcanza aquellas intensidades que se requieren para irrumpir a través de los sistemas perceptivos.

Es por un cumplimiento de deseo que el proceso de pensamiento del durmiente se muda en un sueño. (Freud, 1900) El carácter psicológico más general del soñar es un pensamiento deseado el cual es objetivado en el sueño, es figurado como escena, es vivenciado. El contenido de representaciones inconscientes no se piensa, sino que se muda en imágenes sensibles. Es decir, aquellos estímulos perceptivos que entran al aparato psíquico, y que por su significado afectivo, dejan una huella mnémica tal que al sumarse, forman la base de la asociación de sistemas mnémicos. A su vez estos se propagan por simultaneidad y semejanza hacia más elementos mnémicos de impresiones. Los pensamientos mudados en imágenes son aquellos que mantienen íntima vinculación con recuerdos sofocados o que han permanecido inconscientes, las más de las veces vivencias infantiles. Los pensamientos que están en conexión con lo infantil, impedidos de expresarse a causa de la censura, tienen existencia psíquica a partir de la figuración que trae consigo la regresión. Los deseos oníricos derivan de aquellos recuerdos infantiles por lo que ejerce una lucha por expresarse. Sin embargo, la escena infantil no puede imponer su renovación, por lo que debe conformarse con regresar como sueño, el cual es un sustituto de la escena infantil, y es en sí un cumplimiento de deseo, ya que tras del sueño se oculta un sentido y un valor psíquico.

2. Representaciones intermedias o de compromiso.

A través de ciertos fenómenos de expresión lingüística como es el desliz en el habla y en lo escrito, el olvido de los nombres, así como en los recuerdos encubridores, se ocultan fenómenos dolorosos, angustiantes y difíciles de asumir. (Freud, 1899).

Por el mecanismo de desplazamiento se encubren en sustitutos incorrectos los cuales causan asombro y extrañeza, produciendo un desliz en el habla o en lo escrito. Esto no por causa del libre albedrío psíquico, sino que obedece a las vías y leyes del inconsciente. (Freud, 1901) lo que da cuenta de los vínculos entre el contenido psíquico de las neurosis y la vida infantil.

El olvido de los nombres es la perturbación de un deseo inconsciente que trata de emerger, pero por causa de la represión hay un desvío de la atención que interrumpe la comunicación de los pensamientos inconscientes. Por una formación de compromiso el material olvidado no se logra olvidar del todo, porque en el deseo por recordar surge un material sustitutivo que es un desplazamiento de aquello que se quiere olvidar. Esto da la posibilidad de que el elemento reprimido se apodere por vía asociativa con otro elemento en cuestión y el elemento sofocado se afane por prevalecer en alguna otra parte, dando cuenta de dos factores decisivos: el empeño de la atención y una condición interna propia del material psíquico.

En el recuerdo encubridor, la vivencia en cuestión no es la que produce la imagen de huellas mnémicas, sino que es otro elemento psíquico desplazado y que está conectado por asociación. El recuerdo encubridor se vuelve trivial y oculta sucesos tempranos o bien posteriores. Se establece un vínculo constante entre la significatividad psíquica de una vivencia y su adherencia a la memoria, olvidando lo más apreciado como son las fantasías y las primeras vivencias de la niñez así como la sexualidad infantil. El recuerdo encubridor da cuenta de la presencia inconsciente de un deseo infantil inconciliable reprimido y que perdura dentro de la vida psíquica. El recuerdo de un pasado remoto es facilitado por un motivo de placer.

3. Asociaciones superficiales: El chiste y su relación con lo inconsciente.

Freud también pensó la psicopatología desde el chiste como un recurso del aparato psíquico. (Freud, 1905) El chiste hace referencia al límite entre la neurosis y la psicosis. Es una agudeza psíquica, un juego con ideas, que pone de relieve algo que está oculto, y que a través de un abordaje cómico, burla la represión para dar salida a deseos infantiles sexuales, a situaciones traumáticas dolorosas que no pudieron tramitarse. Por su conformación, el chiste es un disparate que causa desconcierto y que alude a un sentido en lo sinsentido, a través de crear semejanzas en lo desemejante, es decir en semejanzas que están ocultas. En el chiste hay un enlace arbitrario de dos representaciones ajenas entre sí, que contrastan entre el significado y la ausencia de significado de las palabras, que mediante el auxilio de la asociación lingüística y un juego mismo de palabras sinsentido. Con el cambio de palabras se da un contrasentido a lo racional, a la censura para dar salida por un desplazamiento a un contenido con sentido, al material inconsciente reprimido, a través de la palabra cómica. Se necesita de un tercero que señale un acuse de recibido de que hay algo que se quiso decir pero que fue a través de algo cómico, que cause risa y que hubo una ganancia de placer. El chiste da la posibilidad de volver a pensar algo y de enjuiciarlo al abrir otros sentidos y vías hacia el inconsciente.

La expresión lingüística, a través de la cadena asociativa de otros significantes, es un acceso al inconsciente. A decir de Lacan (1957-1958) citando a Freud, la agudeza lingüística es la mejor entrada para conocer las formaciones del inconsciente, así como las relaciones del inconsciente con el significante y sus técnicas. La cadena significante es un punto de partida para que a través de la palabra pueda haber una vía de entrada al inconsciente.

Las formaciones del inconsciente, que son cadenas de significantes, están regidas por las leyes de la metáfora y la metonimia, es decir por el desplazamiento y la condensación. Lo que da cuenta de que no hay un objeto, salvo metonímico, que son el objeto del deseo, el objeto del deseo del Otro y el deseo. Siempre el deseo de Otra cosa, de lo que falta, de un objeto perdido, con el anhelo siempre de encontrarlo. El sentido solo surge en la sustitución, en la metáfora, de un significante por otro significante en la cadena simbólica. Estos significantes del inconsciente se revocan y son llamados a cuenta de la propia persona donde se busca un nuevo valor para enunciar la demanda que es del orden del significante, que es distinta a la necesidad. Todos estos significantes condensan un deseo, y como estructuras psicopatológicas funcionan para identificar la manera en cómo es el proceso de cada sujeto para manifestar sus deseos y los caminos por los que transita para tratar de satisfacerlos. A través de estas cadenas hay la posibilidad de que se presente un sujeto nuevo, el cual no responde a su vida desde el pasado, sino desde lo más actualizado.

 

Bibliografía:

FREUD, S. (1895) Obras Completas. Volumen I. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu Editores.

FREUD, S. (1893) (1899) Primeras publicaciones psicoanalíticas. Volumen III. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

FREUD, S. (1900) (1901) La Interpretación de los Sueños. Volumen IV, V. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

FREUD, S. (1901) Psicopatología de la vida cotidiana. Volumen VI. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

FREUD, S. (1905) El chiste y su relación con el inconsciente. Volumen VIII. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

LACAN, J. (1957-1958) (2013) Las Formaciones del Inconsciente. Seminario 5. Editorial Paidós. Argentina.