Presentación del libro Psicosis y Familia de Ana Fabre.
Por Esther Jerade Dana
-Es un gusto tener la oportunidad de presentar este libro. Quiero dar las gracias a Ana, una maestra muy querida, por invitarme.
No hay nada más intenso que el sentimiento de desamparo infantil. ¿Qué duele ahí? El existir. No es angustia, es dolor. El dolor es la experiencia de lo inevitable. Cómo se elabora la angustia: simbolizando. Y ¿El dolor?
Winnicott
Cuánto dolor hay en las páginas que voy leyendo. Puedo sentirlo y hacerlo propio. Mientras trato de comprender lo que le pasa a otras familias, pienso en la mía también. Y entonces, aparecen respuestas y al mismo tiempo, miles de preguntas. Pienso en mis bisabuelos, en mis abuelos, tíos, primos.. aparecen un sin fin de personajes familiares que me adentran en el pasado para poder entender mi presente.
El libro Psicosis y Familia es un legado de la autora en donde de manera clara nos invita a pensar la importancia que tiene la familia en la aparición y desarrollo de la psicosis, a través de un recorrido muy bien logrado que comienza por la teoría y culmina con su propia experiencia en el consultorio.
Con un título que me parece muy acertado: Psicosis y Familia, puesto que no hay manera desde mi punto de vista de separar esas dos palabras. Lo pienso desde el enfoque del origen, pero también del tratamiento.
Una portada que me resulta intrigante. ¿Quién es esa mujer que con martillo y cincel va tallando los ojos de la muñeca? Es acaso una madre que los daña para no permitirle ver una realidad que parece muy dolorosa o es una analista que va abriendo los ojos para ayudar a ver una verdad.
El libro comienza con un recorrido muy interesante del concepto de la familia a lo largo de los años y de cómo autores como Freud, Menninger, Ackerman, Bateson, Jackson y Pichón-Rivière, entre otros, dan cuenta a partir de su trabajo clínico, de la influencia que tiene la dinámica familiar en el desarrollo de la enfermedad, así como de lo que se deposita de manera inconsciente en los integrantes de la familia, quienes cargan con una historia que les precede, con conflictos no elaborados.
Se menciona a Gampbel y Faimberg, quienes han trabajado el tema de la transmisión transgeneracional, de lo que pasa a través del silencio.
Más adelante, la autora de manera clara y concisa, pero al mismo tiempo profunda, nos ofrece un panorama de las aportaciones que Freud, Klein, Lacan, Winnicot, Piera y otros psicoanalistas, han hecho alrededor de la psicosis.
Quienes hemos tenido la suerte de estar cerca de Ana, en mi caso como alumna, sabemos lo apasionada que es para adentrarse en las historias y relatarlas con detalle.
Así Ana utiliza otros casos, casos significativos en el psicoanálisis, como marco teórico que une la teoría con la práctica y que nos sirven como guía en la comprensión y el trabajo de la psicosis. El caso Schreber, Dick, Aimée, Dominique, Roberto y el caso de las hermanas Papin, ilustran la problemática psicótica en distintas etapas de la vida. Casos en los que se entreteje toda una trama alrededor del abandono, el incesto, la agresión y la muerte. Para aquellos que tengan conocimiento de los casos, será una relectura clara y concisa y para quienes se acercan por primera vez a estas historias, estoy casi segura que les parecerán interesantes y querrán ahondar en el tema.
En la segunda parte del libro tenemos la oportunidad de conocer el trabajo que hizo Ana con una familia en donde se desenvuelve la psicosis. Carola, una niña de 10 años que llega acompañada de sus padres de los que no se puede separar, pues no tolera el contacto con este nuevo espacio. Completamente desorganizada: se balanceaba, agitaba sus manos, gritaba, emitía sonidos silábicos aparentemente sin sentido. Caro, como le dicen los padres y la analista, estaba ciega debido a una microftalmia por una infección que tuvo la madre en el embarazo; pero que es vivida al menos por el padre, como una maldición por no haberse sometido a la prohibición de no casarse con la madre. No puedo evitar preguntarme ¿cómo crece una niña sintiendo que su existencia es un castigo?
El caso Carola nos permite ver un trabajo de muchos años y de mucha experiencia en el que la autora se atreve a recibir la locura de esta familia y no nada más de su paciente, sino que hace todo un trabajo de reconstrucción de las historias de vida de cinco generaciones que le preceden y nos ilustra, uniendo una vez mas la teoría y la práctica, su punto de partida: el entrecruzamiento de varias generaciones dentro de una familia en la producción del fenómeno psicótico.
Mientras lo leía recordé cuando de adolescente me aventuré a leer a García Márquez e igual que ahora, iba y venía entre sus páginas para poder ubicar a los personajes de la historia.
Son historias en donde se observa abandono, suicidio, incesto, alcoholismo, celotipia y en la mayoría, matrimonios desdichados caracterizados por el rechazo de la familia del hombre hacia la mujer, ya sea por enfermedad o por su situación socioeconómica.
Vemos también la repetición de padres borrados que no pueden asumir su función, “Hombres niños” como nos dice la autora y madres que se encargan del sustento tanto económico como emocional de la familia, pero que al mismo tiempo, presentan depresión y una gran angustia por la crianza.
En el caso de Carola, el rechazo y el abandono, causados en parte por su propia historia y por la ambivalencia: esa bebé que nació, con una malformación, no era la esperada por los padres, y los lleva, movidos por la culpa, a una sobreprotección asfixiante; ella pasa de una experiencia autística a otra simbiótica o de folié à deux, nos dice la autora, lo que no le permite separarse ni diferenciarse de su madre.
Ya Piera Aulagnier nos alerta al decirnos que ese cuerpo que está por nacer nunca es idéntico a la sombra construida en el imaginario. Sombra constituida por una serie de enunciados testigos del anhelo materno, que conducen a una imagen identificatoria, que se anticipa a lo que enunciará la voz de ese cuerpo, por el momento ausente. Pero, ¿qué pasa cuando ese cuerpo contradice a la sombra de manera tan tajante? ¿Cómo lidiar con el dolor de esa herida narcisista?
Ana Fabre recurre a otras teorías para enriquecer el caso clínico y sostener sus ideas, haciéndolo más profundo y comprensible. Se apoya en otros autores para explicarse y explicarnos lo que observa.
Estamos frente a un caso muy doloroso que podría pensarse que no tiene futuro. Sin embargo, Ana, en oposición a la idea de Freud de que no era posible trabajar con pacientes psicóticos ya que no se establecía una transferencia; nos muestra los alcances que tiene un trabajo de análisis, nos hace pensar en las posibilidades que pueden darse cuando hay alguien comprometido y dispuesto a ver realmente a quien está enfrente, a escuchar eso que parece no tener sentido. A ir más allá de un diagnóstico, para establecer una relación transferencial. Ella le da una posibilidad distinta de existencia, pues la piensa como un sujeto y no solamente como una discapacidad para cuidar.
Ana la escucha, escucha más allá de las letras, de esas “palabras” que ella emite y que nadie toma en cuenta porque parecen no tener sentido. Pero sí lo tienen y ella lo puede escuchar, haciendo todo un trabajo de desciframiento. Por ejemplo: cuando Caro decía el tubito del “Áramo del nene estú” que significaba su deseo de golpear con un tubo de la cuna, comprada en la tienda Ara al nene que era su hermano.
Caro rompía las palabras denunciando estar ella misma rota en pedazos. ¿Cómo trabajar con lo roto? ¿Con un cuerpo fragmentado? El no permitirle saber su condición de ciega le impidió acceder a un esquema corporal.
Fabre, como su paciente le dice, le da voz a ese dolor y le presta sus ojos para poder acceder a la verdad; no nada más a Carola, sino también a esos padres que el dolor cegó, impidiendo ver la realidad del padecimiento de su hija. Por eso decía al principio que el título me parece muy acertado, pues además de referirse a esas historias familiares que se entretejen, señala el arduo trabajo que se tiene que hacer con la familia a la que hay que sostener y acompañar en su dolor.
Ana se presta para hacer ese holding que ni la madre ni la abuela pudieron darle y funge como revêrie que le ayuda a metabolizar sus angustias. Dentro de los principales logros del tratamiento fueron que pudiera frenar sus conductas agresivas con los demás y con ella misma, promover la diferenciación con su madre, ser ese tercero que el padre no logró ser, él no pudo sostenerse en su lugar de padre: callaba y evadía a través del alcohol. Ayudarles a entender que Caro tenía un cuerpo propio, tenía derecho a decir lo que quería y a pensar. Pasó de hablar en tercera persona a existir en primera persona.
Después de mucho trabajo, fue cambiando los golpes y los aullidos por palabras; comenzó a tener una mayor estructuración del tiempo; logró estar sola; llevarse a casa la voz grabada de Ana fue importante. Voz, que como un objeto transicional, la contenía y la calmaba en momentos de angustia. También pudo comenzar a jugar.
No olvidemos que durante los años que dura el tratamiento, Caro pasa biológicamente de ser una niña a ser una adolescente. Cambios corporales que eran muy angustiantes tanto para ella como para los padres. Así Ana la acompaña durante este proceso, explicándole y poniéndole palabras: La madre utilizaba un lenguaje propio que la confundía, por ejemplo, llamando lulus a sus pechos.
Trabajar con la psicosis no es cosa fácil. Requiere muchos años, conocimiento teórico, flexibilidad, paciencia. Ana lo relata de manera honesta y nos habla de sus propias dificultades y ansiedades. Del dolor que le genera ver el sufrimiento de esta familia.
Este libro es una clara muestra del compromiso de la autora con el psicoanálisis, con sus pacientes, colegas y alumnos a quienes de manera responsable, generosa y cariñosa transmite sus conocimiento y su experiencia. Ana nos muestra su entrega, su pasión por el trabajo y por la vida.
Ana nos da esperanza y nos muestra que es posible trabajar con la psicosis para vivir de la mejor manera posible.