Presentación del libro: Psicosis y familia de la Dra. Ana Fabre
Por Beatriz Adriana Mora Espinosa.
-Me siento muy honrada de poder decir algunas palabras del libro Psicosis y familia de nuestra querida psicoanalista la Dra. Ana Fabre, de quien reconocemos no solo una rica trayectoria clínica en el trabajo con niños y adultos, sino una entrega incondicional y amorosa al psicoanálisis, cuya permanencia ha defendido contra viento y marea en nuestro país. Como maestra, es incansable y se muestra siempre generosa, ofreciéndonos todos, pero, todos los recursos posibles sobre un tema, llámense libros, artículos, presentaciones, películas, literatura o poesía, ya que posee una basta cultura, además de estar siempre a la vanguardia.
Su dominio en el ámbito psicoanalítico, no se cierra a uno o dos autores o teorías, sabe de muchos y domina su obra, privilegiando siempre la reflexión y el pensamiento, de manera sencilla y fresca.
Desde que la conozco siempre está participando en proyectos u organizando eventos, literalmente conoce a medio mundo del ambiente analítico y por si fuera poco, posee el mejor humor. Quien la conoce sabe, que en una palabra, Ana es vida en esta sociedad.
El caso que nos comparte en su libro, Psicosis y familia, probablemente sería rechazado por muchos de nosotros, dada la dificultad que implica, pues se trata de una niña ciega, psicótica. Ella nos comparte 9 años de trabajo, que le valieron muchísimo esfuerzo y paciencia, pues implicó partir de las tinieblas de la nada en que se encontraba, pero que lograron abrir una esperanza para el dolor de esa niña y alcanzar una relativa subjetivación como un ser independiente, fungiendo algunas veces como reparadora y otras tantas, como constructora de psiquismo, pareciendo en imagen, la chica que esculpe cuidadosamente su muñeca en la portada.
El libro está dividido en dos partes, en la primera, Ana se cuestiona que es una familia y parte desde Freud, para quien toda psicología es finalmente social, dadas las múltiples identificaciones e influencias que el ser humano atraviesa en su proceso de humanización, coexistiendo, en esta, elementos que predisponen a contraer ciertas afecciones, como la psicosis.
Nos lleva por un recorrido teórico e histórico, acerca de su conceptualización, donde este autor, considera que la ocasión para el estallido de una psicosis es que la realidad objetiva se haya vuelto insoportablemente dolorosa, o bien que las pulsiones hayan cobrado un refuerzo extraordinario. Para Melanie Klein es una escisión psíquica y pondera tanto los factores constitutivos, como los efectos del maternaje, resaltando que la agresión innata es el elemento central del desarrollo psíquico del sujeto, para concluir que si la ansiedad y la agresión son excesivas, su mundo externo se transforma en un lugar terrorífico y sus objetos enemigos, sintiéndose amenazado de persecución tanto del mundo externo como de sus enemigos introyectados. En Lacan, el problema pasa por una falla de orden simbólico y para que la psicosis se desencadene, es necesario que el Nombre del padre, verworfen, recusado o forcluido, es decir sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto.
En palabras de Aulagnier: el hijo, o mejor dicho eso que, en ese momento, es ese objeto interior, es para la madre un significante corporal que, como todo lo que es para ella del orden significante, no es simbolizable y es lo que da testimonio de que ella es la ley. Para terminar, Winnicott, quien considera el quiebre psicótico como una regresión a la fase más temprana del desarrollo emocional y está ligado con el fallo ambiental, pues la base de estabilidad mental depende de las experiencias iniciales con la madre y, sobre todo del estado emocional que ella tenga.
La autora, dentro de esta revisión teórica nos lleva por un recorrido de los casos más emblemáticos en la comprensión del fenómeno psicótico, empezando por el presidente Schreber, donde Freud nos enseña como todas las cosas aparentemente sin sentido, en realidad lo tenían, así como lo que le acontecía a su cuerpo y a su psique. El caso Dick, conducido por Melanie Klein, con quien se inicia la metodología para el psicoanálisis de niños y que gracias al establecimiento de la transferencia, pudieron disminuirse sus dificultades inconscientes, posibilitando que el yo se abriera camino.
El caso Domique, de Francoise Doltó, primer reporte del tratamiento de un adolescente psicótico. El caso Aimée de Lacan, donde propone en lo concerniente a la locura, buscar al menos 3 psicóticos en esta, acuñando el termino folie au mois trois. El caso Roberto, de Rosine Lefort, supervisado por Lacan, conocido como ¡el lobo! ¡el lobo! cuyo drama era que sus fantasmas orales sádicos se habían realizado, ante el maltrato y abandono maternos. Finalizando con el crimen de las hermanas Papin.
En la segunda parte del libro, Ana nos presenta el caso de Lily Carola y nos muestra como la familia y su historia son determinantes en la etiología de la patología de la paciente, reconstruyendo su genealogía a partir de los bisabuelos.
Respecto de la madre, todas las historias de las mujeres en la familia, a través de varias generaciones, tenían en común el rechazo de los respectivos maridos y permanecían amarradas incestuosamente a sus madres. Las líneas paternas mostraban como factor común los matrimonios infelices, llenos de engaños, además de un suicidio.
Sabemos desde Schreber, que los nombres poseen un sentido y que llevar el de los padres en algunos casos, puede representar una condena, como en este caso, el no-lugar-asignado. Lily es también el nombre de su madre, Lily Inés y me pregunto si en esa repetición se estará representando una falta. El segundo nombre es Carola, que en lo personal, me remite a la idea de un alto costo, Caro, lo caro, ¿acaso de nacer con una discapacidad?
Lily Carola, hija mayor, cuyos ojos no se desarrollaron completamente al nacer, es producto de la unión a la que la abuela paterna opuso resistencia, al grado de desheredar al hijo y sacarlo del negocio familiar en el cual participó activamente desde muy joven. Por el lado materno, el embarazo fue causa de denigración, debido a que no vivían en matrimonio, además, ella padecía de una cardiopatía, que aunada a la ceguera de Lily Carola favorecieron que ambas se convirtieran en objetos parciales para sus progenitoras.
Las fantasías de la madre, versan sobre si algo de la maldición proveniente de su suegra se hubiera cumplido, de tal manera que la microftalmia con que nació Carola, fue sentida como un castigo, del que al principio hicieron una desmentida, favoreciendo que esta se cronificara.
No sobra decir que una madre infeliz y llena de inseguridad cede con facilidad a los ataques dirigidos contra su capacidad de prestar atención al bebé y de sostenerlo, pero ¿Cómo recibir un bebé con alguna discapacidad? ¿Cómo no reaccionar con impacto, ante la sorpresa de lo inesperado? ¿Realmente se podrá evitar el rechazo?
En la forma de acoger a esta bebé prevaleció la ceguera de la madre, además del rechazo y el abandono, que tiempo después se retomó con culpa y llevó a Carola a pasar de una experiencia autista a otra simbiótica o de folie a deux. Sabemos que no hay nada más intenso en el ser humano que el sentimiento de desamparo infantil, pero Winnicott lo piensa además como dolor, donde lo que duele ahí es existir, es la experiencia de lo inevitable.
Lily Inés decidió trabajar largas jornadas quizá defensivamente, dejando a la pequeña bajo el cuidado de su propia madre, quien no la tenía en brazos porque temía tener un ataque cardiaco y aplastarla hasta matarla. Así, Carola pasaba largas horas sola en su cuna, sin ser sostenida por nadie, atendida sólo en lo concerniente a alimentación y aseo, pero abandonada de estimulación y contacto.
Por otro lado, para que el significante paterno logre su alcance metafórico, debe sustituir una significación materna previa, aquí, el padre de la niña primero sometido a su madre, se sometió después a su esposa, adquiriendo el deseo materno características mortíferas, que impidieron que su hija deviniera sujeto, al no aparecer como representante de la ley.
Cabe destacar, que si bien es el padre quien ubica al niño en relación a la ley, es la madre quien posee la facultad de darle o no lugar como agente de la prohibición. La castración entonces debe operarse primero en ella, para que el sujeto contraiga la deuda simbólica, que lo sitúe en una cadena generacional y que los padres de Carola no lograron transmitir.
El tratamiento
Cuando Lily Carola llega al consultorio, Ana advierte que sus pies no tocan el piso pues se encuentra tomada de cada brazo por sus padres, tiene 10 años de edad, es bonita y la mira arreglada, pero se topa con la marca de lo siniestro en sus ojos. Se balanceaba, batía las palmas, cantaba, gritaba y repetía cosas sin sentido, no podía diferenciar entre objetos animados e inanimados y la familia vivía temerosa de que cualquier ruido la desorganizara, poniendola violenta, por lo que la analista percibe la dinámica de esta triada como la de un amor esclavizante.
Descubrió más adelante que los objetos le hablaban y la perseguían, presentaba alucinaciones tanto auditivas como táctiles y hacia uso de objetos duros autistas, cuyo objetivo es evitar la aniquilación.
A la niña se le negó saber sobre su ceguera y las palabras referentes a esta estaban prohibidas, por lo que su discapacidad favoreció que quedara atrapada en esa modalidad de vínculo con su madre, en la que se vio reducida a ser su objeto parcial. A Lily Inés le costó muchísimo trabajo dejar de poseer el cuerpo de su hija, para quien era sus ojos y sus piernas. El padre, refiere haber sentido en el cuerpo el embarazo de su mujer, lo que deja ver tras este apoderamiento de ambos, el delirio de ser uno mismo.
Se sabe que el delirante instrumenta el lenguaje para dar testimonio con él de su propia exclusión como sujeto, en este caso, sólo Carola y su madre poseían uno, casi secreto. Carola rompía las palabras y con ello denunciaba estar ella misma en esa situación, proyectando así su situación interna y su indefensión frente a un mundo incomprensible, que Ana logró descifrar tras un lento y difícil trabajo, donde incluyó a la madre, con el objetivo de que pudiera pensar el cuerpo y la mente de su hija como independientes.
La Dra. Fabre logró con Carola una cierta estructuración del espacio y del tiempo, la diferenciación del yo-no yo, la distinción entre los objetos animados e inanimados, la desaparición de actividades agresivas, la capacidad de estar sola en diferentes ambientes de la casa, logró, el cambio de los aullidos y golpes por el uso de palabras, a estructurar frases, incluso, inició un proceso de alfabetización en Braile, logrando progresos y la niña fue adueñándose de su propio cuerpo, aceptando con mucho trabajo la diferencia de los sexos, así como las marcas del paso del tiempo.
Platiquemos Fabre… es la frase con que Caro pudo iniciar una comunicación con su analista al noveno año de trabajo, desde mi punto de vista, a tener una subjetividad y poder expresar un incipiente deseo, pero también a enfrentar la falta, pues llegó a pedirle a su querida doctora que tanto la había ayudado, que también curara sus ojos para que pudieran ver.