Sabina Spielrein: intentando darle voz

Sabina Spielrein

Por: Esther Jerade Dana

¡Ahora es destino! Esta es mi última palabra. Resisto, a pesar del terrible miedo que me quita el sueño y las ganas de comer, que me hace correr trastornada de un lugar a otro. Resisto porque he sido creada para algo grande y noble y no estoy hecha para la trivialidad.

Lo que cuenta es la lucha por la vida y la muerte. […] Ningún dolor me es insoportable. Ningún sacrificio es demasiado grande para realizar mi destino sagrado. […] Estas palabras están esculpidas en mí como en una sólida roca.”

Sabina Spielrein, Fragmento de su diario con fecha de 1911

Mientras recorro parte del camino que dio lugar a la creación del psicoanálisis, tanto en sus teorías como en su método, descubro que han sido muchas las mentes brillantes que nos han legado su experiencia. Analistas visionarios quienes, a pesar de  sus propios conflictos, se aventuraron a tratar a aquellos primeros pacientes. Entre ellos hubo varias mujeres que lucharon contra la desigualdad de su condición de género, en una época en que se esperaba que la mujer permaneciera en casa y cuidara a los hijos; ellas decidieron escuchar su pasión y ganarse un lugar en el ámbito profesional, convirtiéndose en pioneras del psicoanálisis: Eugenie Sokolnicka, (1884-1934), Tatiana Rosenthal, Hermine Hug- Hellmuth (1871-1924), Sabina Spielrein (1885-1941).

Todas dedicadas al estudio del infante. Todas murieron muy jóvenes, con un final trágico. Sus nombres han sido olvidados a través del tiempo. Sus vidas se vieron truncadas, ya sea porque fueron víctimas de asesinato o porque ellas mismas hicieron a un lado la posibilidad de vivir, dejándonos a nosotros sin el beneficio de aprender aún más de ellas. ¿De qué nos habremos perdido con su muerte?

Hoy, 7 de noviembre, a 136 años del nacimiento de Sabina Spielrein, hago un intento por darle un lugar en la historia del psicoanálisis, a partir de reconocer la importancia de sus aportes en la teoría psicoanalítica, ya que a pesar de haber sido una mujer reconocida por Freud, Jung y psicoanalistas que se vieron influidos por sus ideas innovadoras, considero que su trabajo no ha sido suficientemente difundido y valorado. ¿Por qué entre todas la elegí? No tengo tan claro por qué me interesé precisamente en ella, quizá porque me sentí identificada de que sea  una mujer del pueblo judío; tal vez porque me conmovió su trágico final, a manos de los nazis; o porque caí en cuenta que cometimos el mismo error al no darle un lugar en el seminario que tuvimos hace unos cuantos semestres en mi  formación como psicoanalista y que al igual que otros, silenciamos su voz.

¿Quién es Sabina Spielrein?, ¿Cuál es su historia?

Sabina nació en Rostov del Don, una ciudad rusa, en el año de 1885 en el seno de una familia judía, culta y de buena posición económica. Ella era la mayor de cinco hermanos.

Su padre, un hombre de negocios que al parecer tenía un carácter colérico, por lo que con frecuencia pegaba a sus hijos. Su madre, una licenciada universitaria, ejerció como odontóloga mientras sus hijos eran pequeños. Era estricta, rígida y escrupulosa. Se dice que educó a sus hijos en la más absoluta ignorancia sexual. Debido a la violencia a la que fueron sometidos en su infancia, crecieron siendo niños nerviosos, asustadizos. Al parecer, su padre solía pegarle en el trasero cuando era una niña, provocando con ello una excitación sexual. En consecuencia, cualquier cosa que remotamente se asemejara al castigo, se transformaba en excitación sexual y en consecuente masturbación.

Desde  muy pequeña, Sabina manifestó un interés sexual y una imaginación desbordante. Sufría de una especie de alucinación visual en la que dos gatos amenazantes estaban sentados en una cómoda, a lo que seguían angustias nocturnas y fobias a los animales. Alrededor de los cuatro años presentó una sintomatología consistente en retener las heces. Incluso se sentaba sobre sus talones para impedir la defecación. A los siete esta práctica con la que, al parecer, conseguía una placentera excitación sexual, fue modificada por una masturbación genital compulsiva. La situación empeoró, con el paso del tiempo, influida también por la muerte de su hermana. A los dieciocho años, Sabina comenzó a padecer crisis depresivas con alternancia de lágrimas, risas y gritos convulsivos. Un año más tarde atravesó un episodio psicótico. Sus padres decidieron entonces hacerla atender y la internaron en una clínica suiza donde sufrió tratamientos de electroshocks. Al ver que los resultados no fueron positivos, decidieron transferirla a la famosa clínica Burghölzli, en Zurich. Ingresó el 17 de agosto de 1904 y permaneció hasta el 1º de junio de 1905, donde sería tratada por Jung, quien, al parecer, cambiaría el rumbo de su vida para siempre.

Jung la atendió con éxito probando el método de Freud. Al parecer, fue la primer paciente con la que utiliza el “psicoanálisis”, que no era todavía el procedimiento que hoy en día conocemos. Durante el tratamiento fue separada de su familia. Al cabo de unos meses sus síntomas desaparecieron y ella comenzó sus estudios de medicina y psiquiatría.

Muchos se cuestionan qué fue exactamente lo que la curó y parecen coincidir en que la relación amorosa que mantuvieron Sabina y Carl fue clave esencial. Al parecer, una vez que comenzó el tratamiento se desplegó el amor de transferencia. Sabina se enamora de él y comienzan una relación más allá de paciente-terapeuta. El escándalo, digno de una película, salió a flote. La esposa le escribe a la madre de Sabina, Jung le escribe a Freud, Sabina también y el famoso doctor, como buen intermediario, intenta poner un alto, seguramente preocupado por evitar un escándalo que afectara la fama de su método. Así como defender a su discípulo, en quien tenía puesta su fe para la expansión del psicoanálisis. A Jung le escribe que tales experiencias también le habían sucedido a él y que ayudaban a endurecer la piel para poder controlar la contratransferencia, poniendo la responsabilidad en las histéricas. A Sabina le escribe que reprimiera sus vivencias; consejo que iba en contra de las teorías que él intentaba divulgar y al que Sabina respondió con una negativa, pues consideraba que la represión no era un buen camino y que se quedaría sin la posibilidad de amar a otro hombre. Prefería ponerle fin, enfrentándose a Jung y recuperando su reputación frente a Freud y a sus propios padres.

Sabina se recibe en 1911 de la Facultad de Medicina, con una tesis sobre la esquizofrenia dirigida por Bleuler, en la que describe cómo utiliza los experimentos sobre asociaciones verbales para descifrar el lenguaje desorganizado y delirante de una paciente con esquizofrenia. Ese mismo año fue admitida en la Sociedad Psicoanalítica de Viena y se incorporó a las reuniones de los miércoles, donde presentó varios proyectos de investigación. Posteriormente hizo una de sus aportaciones más importantes con la publicación “La destrucción como causa del devenir” que inspiraría más tarde a Freud en “Más allá del principio del placer”. Así la cita Freud en ese trabajo: ”Sabina Spielrein, en un trabajo sustancioso y rico en ideas (1912), aunque por desdicha no del todo comprensible para mí, ha anticipado un buen fragmento de esta especulación. Designa allí al componente sádico de la pulsión sexual como “destructivo”. (p. 53)

En ese artículo, el más conocido y citado de sus más de treinta publicados, queda planteada por primera vez en la teoría psicoanalítica la idea de un “instinto de destrucción”, inherente a la sexualidad humana. Sabina se  pregunta cómo es posible experimentar la satisfacción a través del sufrimiento y el placer a través del dolor. Intenta explicar que existen fuerzas impulsivas que ponen en movimiento nuestro aparato psíquico sin preocuparse del bienestar o la aflicción del yo. Sabina (1912) escribe: “En la neurosis predomina el componente destructivo, que se manifiesta en todos los síntomas de la resistencia contra la vida y el destino natural. El origen de la muerte está en la vida misma, así como el de la vida está en la muerte”.  Sabina busca en dicho articulo comprobar la hipótesis de la existencia de una pulsión de destrucción; a partir de ejemplos basados en la biología, la teoría celular, la filosofía y la mitología.

En los años siguientes  continuó con sus trabajos científicos. Su primera aportación al psicoanálisis infantil fue en 1912 con su trabajo: “Contribuciones al conocimiento del alma infantil”, inspirada en el famoso caso de Freud del pequeño Hans, donde se pregunta cómo se desarrolla la angustia en el niño. Recurre a material de su propia infancia y a la observaciones de otros niños para demostrar cómo la angustia y las fobias  pueden estar relacionadas a las representaciones sexuales inconscientes. Con este trabajo entra en el dominio de su investigación principal: el análisis de niños.  Entre 1912 y 1914, publica once artículos en revistas de psicoanálisis, escribe sus observaciones y diálogos con los infantes, sus análisis de sueños y algunas viñetas clínicas.

En 1922 publica “El origen y el desarrollo del lenguaje en el niño”. Una teoría original donde relaciona la importancia de la lactancia con el desarrollo del lenguaje. Es  ella la primera analista en dar una descripción precisa del acto de amamantar como la experiencia fundadora de la vida del recién nacido. Así mismo, muestra cómo el niño deriva sus primeras palabras como mamá y papá del acto de succionar y cómo se sirve de estas palabras para lograr sus deseos y sus fantasmas. Considera que en la interacción con la madre y con el cuerpo de la madre, las primeras formaciones del lenguaje social se hacen realidad y que, con la sucesión de satisfacciones y  negaciones, el bebé poco a poco, aprende a distinguir el interior del exterior, las fantasías de la realidad.

Sabina imparte cursos de psicoanálisis y educación, lleva a cabo análisis y supervisiones. Escribe y enseña sobre el análisis de los sueños. Le interesan los desarrollos prácticos y la reflexión teórica sobre los métodos de análisis infantil. Sus intereses se extienden a la aplicación del psicoanálisis a la educación familiar, la guardería y la escuela. Durante sus últimos años en Occidente, abrió la cuestión de la psicología social y la educación y adoptó direcciones similares a las de los psicoanalistas de segunda generación como Otto Fenichel, Wilhelm Reich y Erich Fromm. Estos jóvenes analistas valoran mucho el trabajo de Spielrein.

Sin duda Sabina tuvo ideas innovadoras en el trabajo con niños que influyeron en investigadores muy importantes como Melanie Klein y Jean Piaget.  Éste último fue su alumno y analizante más célebre. Piaget retoma las ideas de Spielrein; pero mientras Piaget se apega a una teoría del desarrollo cognitivo, Spielrein siempre considera tanto el desarrollo cognitivo como el emocional y su interacción.

Sabina se casó con un médico judío ruso Pavel Naumovich Scheftel con quien tuvo dos hijas. Se dedicó en diversas ciudades como Suiza, Austria y Ginebra a trabajar en la clínica, a publicar artículos y en los últimos años regresa a Rusia y trabaja con niños. Ejerce como psicoanalista hasta que el psicoanálisis se prohíbe en la Unión Soviética de 1933. Su propio hermano, director de la asociación psicoanalítica rusa, fue apresado como delincuente común y mandado al Gulag. Se cree que fue fusilada, junto con sus hijas, en 1942 en la sinagoga de Rostov del Don por soldados alemanes del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Su infancia estuvo marcada por mucha violencia, cicatrices que fueron el timón en sus investigaciones. Dicen que uno escribe en base a lo vivido. Que sólo hacemos teoría desde la propia historia, ¿será cierto?

Quizá eso explique no nada más la treintena de artículos que escribió, sino también el haberse convertido de una paciente con una sintomatología importante, a una médica que trataba pacientes con trastornos mentales y al final de sus años, a trabajar con niños con quienes quizá pudo reelaborar algunos aspectos de su sufriente infancia. No olvidemos que fue la primera mujer psicoanalista que se formó a partir de su propio análisis, algo que será reconocido más tarde como un requisito necesario para devenir psicoanalista. Como señala Elizabeth Roudinesco (2015): “En cuanto a Sabina, al pasar del estatus de enferma al de clínica, fue la primera mujer del movimiento psicoanalítico en realizar una verdadera carrera y, por lo tanto, en entrar en una historia de la que las mujeres estaban excluidas, salvo que se conformaran con el papel de pacientes o esposas. Su destino fue trágico” (p.165)

Sólo en los últimos años, se ha empezado a dar el reconocimiento que Sabina merece como influyente en las teorías de Jung y Freud. Quizá a partir de 1977 al encontrarse en la ciudad de Ginebra un baúl con fragmentos de correspondencia con ellos, su diario y otros escritos. Habrá sido una caja pesada de madera café o una vieja maleta que después de tanto uso estaba destinada a guardar historias. Trato de imaginar ese baúl, la cara de Aldo Carotenuto al tener esas cartas entre sus manos; ¿dónde habrán estado abandonadas tantos años? Siento ganas de tocarlas, olerlas,  leerlas de su puño y letra. ¡Cómo me gustan las cartas! Pensar que hasta hace unos años, escribíamos los sentimientos y los pensamientos más profundos, sin saber si llegarían a su fin, si lograrían cruzar las fronteras para ser leídas por sus destinatarios.

El descubrimiento de ese tesoro, llevó a que se hablara de ella; nos permitió escuchar su nombre e incluso verla representada en películas como “Te doy mi nombre” y “Un método peligroso”; películas que mostraron el escándalo amoroso del que fue partícipe, pero que no estoy muy segura que lograran reconocer el aporte que tuvo en la construcción del método psicoanalítico, y darle el lugar que se merece. ¿Será posible que su affaire haya influido en Freud para poner límites al método, hacer explícitas cuestiones técnicas y éticas que no pusieran en riesgo su proyecto, como lo son el establecimiento del setting, la neutralidad y la abstinencia?

Fue una mujer que pudo sublimar su propia tragedia para estudiarla, que supo ser creativa con su locura, llevándola a teorías, pero también a la práctica en su trabajo en la clínica. Logró salvarse a sí misma y cambiar la dirección de su vida. Sin embargo, no le duró muchos años, pues, al parecer, el carácter destructivo inherente al ser humano ganó la batalla, las pulsiones de muerte triunfaron sobre las de vida, la destrucción ganó al amor, el Tánatos al Eros. Sabina bien lo sabía. Al parecer no se equivocó cuando habló de una pulsión de muerte inherente al ser humano, del sadismo y la destrucción del hombre. El odio acabó con una mujer brillante. La maldad desatada en el Holocausto sigue aun sin respuestas. La pérdida no nada más fue su muerte física, sino su muerte intelectual. ¿Cuánto más hubiera podido aportarnos? Ella, que transitó la locura y sobrevivió para contárnosla.

Bibliografía:

-Freud, S. (1979) Más allá del principio del placer, en Obras completas, Tomo XVIII, Buenos Aires: Amorrortu Editores.

-Roudinesco, E. (2015) Freud en su tiempo y en el nuestro, México D.F, México: Penguin Random House Grupo Editorial.

-Richebächer Sabine. Sabina Spielrein. Un penseur moderne . Dans Le Coq-héron 2009/2 (n° 197), pages 19 à 31.

-Spilrein, S. (1912). La destrucción como causa del devenir. Jahrbuch für Psychoanalytische and Psychopathologische Forschungen, IV, 465-503.

OTRAS PUBLICACIONES

Por mes